Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2381 de la revista ‘Caretas’.
Según lo que se ha visto en la semana, Pedro Cateriano provoca sentimientos de fraternidad universal. Todos quieren hablar con Pedro y tomarse la foto con él. De repente, ni él mismo se conocía esas cualidades.
Cuando escampa en política hay una sensación de tranquilidad que propicia pensamientos ilusorios de corta vida. Claro que después de la lluvia uno siempre espera el croar de los batracios. Pero ahora hay silencio. Después de las sonrisas, palmaditas y apretones de manos ¿no quedaron sapos?
Capitaneada por Brasil, Latinoamérica se estremece, con una intensidad inédita, en la lucha anticorrupción. Aquí, sin embargo, antiguos investigadores e investigados se sonríen cortésmente, evitando cualquier mención a asuntos incómodos y compiten por decirse lugares comunes elegantosos que soslayan cualquier inoportunidad.
Alguna cosa quedará de bueno de todo ello. Pero lo cierto es que eso no puede durar largo tiempo, que no va a durar y que desde el punto de vista de los mejores intereses de la Democracia, no debe durar.
«La corrupción brasileña ofreció, por ejemplo, una espectacular ingeniería civil para la construcción y una no menos espectacular ingeniería financiera para la corrupción».
Va a haber una movida campaña electoral. Pero creo que paralelamente a la campaña, en constante interacción de causas y efectos con ella, las investigaciones anticorrupción, cada vez más internacionalizadas, con leyes nuevas y potentes que permiten espectaculares avances investigativos, se expresarán en revelaciones súbitas y en muchos casos fulminantes. Y me parece que como resultado de ese procesos, algunos de quienes intercambiaron sonrisas y cortesías de urbanidad política, escucharán sus nombres y, además, sus cifras.
Desde fines de los 90 y en lo avanzado del siglo XXI, la corrupción se hizo verdaderamente internacional y le ganó, de lejos, a las medidas de control e investigación. Paraísos fiscales, offshores, formas de lavado ingeniosas: la ingeniería financiera de la cleptocracia superó claramente por un tiempo la posibilidad de investigarlas.
Ya no. Desde la inteligencia financiera, el seguimiento sofisticado y, sobre todo, la delación premiada que ofrece una salida a los tramposos, a condición de que sus trampas revelen la verdad, la capacidad de investigar a los corruptos ha aumentado exponencialmente. Y en pocos países ello se ha expresado con igual intensidad que en Brasil. Sus autoridades fiscales, judiciales e incluso muchas políticas expresan con sus actos estar dispuestos a llegar al fondo de un modo de vida corrupto, sostenido a través de años y períodos, para castigarlo y cambiarlo, aunque el precio sea, como ya es, muy alto.
El caso Lava Jato, el más grande caso de corrupción en la historia de Brasil (y quizá de Latinoamérica) ya ha cumplido un año. Mientras los delatores premiados cuentan lo mucho que saben, varios presidentes y ejecutivos de las principales compañías constructoras brasileñas permanecen en la cárcel de Curitiba y varios otros sienten y saben que ese puede ser su próximo alojamiento.
Entre tanto, la indignación toma las calles. El 15 de marzo, cerca de 2 millones de personas marcharon en protesta contra la corrupción y contra el gobierno federal; y el último fin de semana, casi 800 mil personas se manifestaron exigiendo la salida de Dilma Rousseff de la Presidencia.
Paradójicamente, el propio gobierno federal de Brasil se sumó a esa lucha. El 18 de marzo, Rousseff firmó un decreto que facilita enormemente la acción de la ley anticorrupción de Brasil, promulgada en 2013.
¿Por qué Brasil, además de sus escenarios continentales y de la dimensión épica de sus casos, de la picardía y audacia, hay que decirlo, de sus corruptos, debe interesarnos?
Porque la corrupción empresarial brasileña fue centrífuga, expansiva y conquistadora. Con una combinación de audacia y calidad técnica, ofreció, por ejemplo, una espectacular ingeniería civil para la construcción y una no menos espectacular ingeniería financiera para la corrupción. Buena parte de los delatores premiados de ahora estuvo relacionada con coimas y sobornos a líderes políticos latinoamericanos. Entre ellos, sin duda, un número importante de peruanos.
Eso ya es visible:
• El lunes 13, Folha de Sao Paulo reseñó una investigación publicada el domingo por O Globo, en la que refirió cómo Odebrecht pagó un viaje secreto de Lula a tres países: Cuba, República Dominicana y Estados Unidos. Lula viajó acompañado por gente próxima a él y por Alexandrino Alencar, actual director de Relaciones Institucionales de Odebrecht, que cuidó que el viaje fuera secreto.
• Por lo menos tres delatores de Lava Jato, han acusado a Alencar, que lo niega, de ser el responsable de las coimas y sobornos de Odebrecht en el exterior.
• El delator premiado Rafael Angulo Lopez, que ha confesado en detalle cómo traía dinero para sobornos a la empresa OAS en Lima (entre otros destinos), ha indicado también haber estado varias veces en las oficinas de Odebrecht en Sao Paulo, para encontrarse con Alexandrino Alencar para informarle sobre cuentas a las que había que hacer transferencias en el exterior y llevarse los comprobantes.
• Alencar es un personaje clave dentro de Odebrecht, con una sorprendente cercanía a Lula. Tiempo antes de pagarle, organizarle y acompañarlo en el “vuelo secreto”; en 2011 Alencar acompañó a Lula como integrante de la delegación brasileña en un viaje oficial a Guinea Ecuatorial. Eso fue revelado en la excelente investigación de Fernando Mello y Flavia Foreque, publicada en Folha.
La investigación reveló que Alencar no había sido incluido por Itamaraty como parte de la delegación, pero que el entorno de Lula presionó para que fuera así. Hasta entonces, según Folha, Odebrecht no tenía presencia en Guinea Ecuatorial. Luego del viaje, la situación cambió.
Los fiscales de Lava Jato ya tienen los nombres, las delaciones detalladas, la inteligencia precisa. Necesitan ahora pruebas y confesiones. Pese a la resistencia de Alencar y otros ejecutivos de Odebrecht, los datos saldrán, me parece, relativamente pronto a la luz. Ahí habrá nombres muy bien conocidos, junto con cuentas nada conocidas. Esa información hará más por la democracia que todas las sonrientes tragaderas de batracios.