Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2431 de la revista ‘Caretas’.
Empieza a oscurecer el martes 5 en la Plaza San Martín que ya luce no solo llena sino apretada, intensa, con más entusiasmo que indignación.
Como sucede con los que somos casi viejos (¿casi?), que necesitamos completar las experiencias con las memorias, voy asociando lo que veo con recuerdos. ¿Despierta este 5 de abril flashbacks de lo que ocurrió hace 24 años? No. Me hace recordar, más bien, la Marcha de los 4 Suyos, del 28 de julio del dos mil. Estuve entonces, durante un rato, en el mismo lugar en el que me encuentro ahora, frente al monumento de San Martín, mientras llegaban entonces, como llegan ahora, contingentes de estudiantes universitarios que confluían, desafiantes y combativos, en la Plaza. Cerca a mí, veo un grupo grande de muchachos que, por su intensidad y evidente coraje, deben ser sanmarquinos; y recuerdo a los que los precedieron hace 16 años…
Pero, claro, las cosas fueron diferentes. Entonces, la Policía se había retirado para que los vándalos infiltrados por Montesinos pudieran perpetrar los letales destrozos con los que intentaron criminalizar nuestra movilización. Poco rato después, la Plaza se llenó de gases lacrimógenos, las calles hirvieron y la jornada marchó hacia su luctuoso final, que inició la caída del fujimorato.
Ahora, 16 años después, las diferencias resaltan primero. Hay quizá tanta movilización policial como entonces, pero es para proteger la movilización, no para atacarla. La manifestación no es para derrocar una tiranía sino para impedirla. La que ocurre ahora es masiva, de potente elocuencia pero a la vez magníficamente pacífica, consciente de la fuerza que significa la movilización de cien mil personas, acompañadas por miles de otras en varias ciudades del Perú. Como en el dos mil, las fuerzas democráticas son dueñas de la calle, pero ya no en confrontación sino en demostrar su decisión de defender la libertad.
Puedo equivocarme, puede que lo que deseo influya en mi juicio, pero creo que esta movilización va a ser crucial en impedir la elección de Keiko Fujimori. Habrá otras, quizá, pero esta marca la línea divisoria: las fuerzas democráticas de la nación, ya lo dije, no viven movilizadas, pero pueden hacerlo con gran rapidez cuando la circunstancia lo exige. Y entonces representan una clara mayoría.
Lo de hoy, martes 5, termina un argumento que arrancó inesperadamente el domingo 3. En la parte culminante del reality ‘Esto es debate’, Keiko Fujimori tuvo una iniciativa inesperada. Leyó un papel en el que se comprometía (y lo firmó) a mantener un “respecto irrestricto” a las libertades democráticas, al derecho a la libertad de expresión; se comprometió también a seguir las recomendaciones de la CVR, a indemnizar a las víctimas de abusos perpetrados durante el gobierno de su padre, a que no haya reelección, a no emplear a familiares de la presidenta y, sobre todo, a que jamás vuelva a suceder un 5 de abril.
«Puedo equivocarme, puede que lo que deseo influya en mi juicio, pero creo que esta movilización va a ser crucial en impedir la elección de Keiko Fujimori».
Fue, a mi entender, la iniciativa más inteligente que hubo en ese, digamos, debate. Keiko Fujimori ha manejado su campaña con disciplina y visión estratégica. Analizó, estoy seguro, los errores que la llevaron a perder la campaña del 2011, que muchos consideraban ganada; y concluyó –como era inevitable– que su gran falta fue no haber logrado conquistar el centro del electorado, dado que la derecha era suya y la izquierda inalcanzable.
Desde entonces, Keiko Fuujimori, manejó su campaña con disciplina y perspectiva. Recorrió buena parte del país, para desarrollar bases propias; se rodeó con su propia gente, no la de su padre; e inició un proceso gradual de diferenciación de la herencia política y penal de este. Luego, con su intervención en Harvard, marcó su paso más audaz: el despliegue hacia el centro democrático, desde la aceptación de la CVR hasta la mención del peso de la mochila que la vida le impuso cargar.
Y el domingo convirtió todo ello en promesa y en programa, en un minuto y medio; y además lo firmó. Fue su intento más audaz por lograr cuando menos una cabeza de playa en el centro democrático, que será el campo de batalla decisivo en la segunda vuelta.
Audaz, inteligente, sin duda. Pero fallida también. La manifestación del 5 de abril le quitó fuerza y atacó la credibilidad de esa iniciativa. Que volverá, sin embargo, después del 10 de abril.
Yo, que sí considero que hay diferencias entre Keiko y Kenya [Alberto] Fujimori, aunque no las suficientes, le hubiera preguntado el domingo a Keiko porqué no terminó su promesa con una postdata después de la firma: Si ella, candidata del fujimorismo a fin de cuentas, rechaza una a una casi todas las características que lo definen y se define a sí misma, en los hechos, casi como una opositora del fujimorismo histórico, ¿no debiera haber continuado después de la firma con una postdata en la que explicara que, después de tan significativo cambio, conversión y alejamiento, no le queda otra alternativa que renunciar a la candidatura fujimorista? A veces, Keiko-san, cuando uno cambia, y cambia sinceramente, la jornada resulta más larga de lo que se pensó.