Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2439 de la revista ‘Caretas’.
Escribo esta nota hacia la medianoche del martes, luego de participar en la impresionante marcha en defensa de la democracia y contra el retorno del fujimorismo al poder.
La vigorosa marcha pareció caminar, fuerte y decidida, más allá de su destino formal, en la Plaza Dos de Mayo, hacia la confrontación electoral del domingo 5, con la congregación multitudinaria de voluntades unidas en un propósito de victoria. Pero si su contundente optimismo es un aporte muy valioso en la decisión de la campaña, no es suficiente en sí mismo como para ganarla. Se necesita hacer más.
Sucede que durante los 16 años de vigencia de la democracia, los hechos nos obligaron, más de una vez, a caminar sobre la cornisa, tomando las mejores decisiones que la circunstancia hacía posible. Cuando no hemos vivido peligrosamente la democracia la hemos vivido con precariedad, en el enfermizo péndulo entre el drama y la grisura. Aunque la mediocridad democrática haya sido infinitamente preferible al vivir encanallado de la dictadura fujimorista, su debilidad la hizo vulnerable y la mantuvo cerca del abismo.
Hemos vivido momentos de peligro, pero ninguno como el de ahora.
He visto el tracking de las encuestas más serias. Tracking significa en este caso el seguimiento diario de preferencias y decisiones para marcar las tendencias del voto. Dado que la tonta ley actual prohíbe revelar cifras, lo que puedo decir es que –en forma desigual entre lo urbano y lo rural, entre hombres y mujeres, entre jóvenes y maduros y viejos–, la diferencia se ha angostado.
Para ganar, sin embargo, la brecha debe cerrarse y revertirse con mayor rapidez en los días siguientes para garantizar la victoria.
Hay la posibilidad de vencer, pero solo como resultado de un gran esfuerzo final, sostenido con brío, inteligencia y decisión.
Es un esfuerzo que debe culminar la contraofensiva democrática de los últimos diez días, luego de la ruptura del empate estadístico en favor del fujimorismo al comienzo de la segunda quincena de mayo, y después del pobre resultado del debate sostenido en Piura el 22 de mayo.
Ello cambió con la victoria de Kuczynski en el segundo debate, el domingo 29 de mayo. Es verdad que la victoria pudo ser más contundente pero lo logrado fue suficiente para obtenerla. Kuczynski tuvo frases restallantes, viralizadas de inmediato en las redes y repetidas con entusiasmo en la marcha del martes.
Paralelamente, casi todos los líderes significativos en el proceso político actual se pronunciaron con claridad llamando al voto por PPK. Desde Julio Guzmán hasta Verónika Mendoza, pasando por dirigentes apristas que no solo buscan recuperar la fuerza sino el alma de su partido.
Sé lo difícil que fue para algunso de ellos dar el paso de llamar a votar por Kuczynski, a quien ven como adversario natural. Pero lo dieron, conscientes de lo que está en juego y demostraron con ello madurez y entereza.
La marcha del 31 completó esa primera contraofensiva. Notable, como he dicho, pero todavía no suficiente.
¿Qué más queda por hacer en los pocos días que quedan antes de la votación?
Sugiero una presentación conjunta, transmitida a todo el país, de los líderes de las principales fuerzas democráticas, sobre todo los candidatos en estas elecciones –tanto los que fueron a la votación de la primera vuelta como los que fueron fraudulentamente excluidos de ella–, llamando a los ciudadanos a votar por Kuczynski. Este podría estar con ellos o, si la presentación sucede el jueves, durante el cierre de su campaña en Arequipa, podría estar conectado. Las intervenciones, incluida la de Kuczynski deberían subrayar que la elección del domingo 5 es un plebiscito entre democracia y dictadura que debe pelearse, como dijo el candidato, hasta la última mesa, hasta el último voto.
Cuando no hemos vivido peligrosamente la democracia, la hemos vivido con precariedad, en el enfermizo péndulo entre el drama y la grisura.
Junto con los líderes políticos deberían estar ciudadanos connotados, como el grupo extraordinario de personas que organizó las marchas del 5 de abril y del 31 de mayo.
El mensaje debe trasmitirse en todo el país, por televisión de señal abierta, radio y redes sociales. Eso, y los vídeos sobre lo que fue y es el fujimorismo, que han salido primero en las redes sociales, deberían continuar con fuerza hasta el último momento posible.
¿Verónika Mendoza y el Frente Amplio, Julio Guzmán en campaña por Kuczynski? Pues sí, me temo que sí y que debe hacerse, además, con la misma energía que emplearon en la campaña por sí mismos y sus agrupaciones.
No es fácil, pero es indispensable.
Solo así terminaremos el día domingo sabiendo que, una vez más, ha sido conjurado el peligro pese a que el abismo nos miró más cerca que nunca. O, en caso contrario, si se falla, sabremos que comienza el invierno y que será larga la noche.
Posdata
Este lunes 30 revelé en Ideéleradio –en conversación con Rosa María Palacios– que asesoré a Pedro Pablo Kuczynski en la preparación de su debate con Keiko Fujimori el día anterior.
Fue indispensable hacerlo porque un periodista tiene la obligación de informar al público, a los ciudadanos, sobre toda actividad personal que pueda representar un conflicto de intereses real o percibido.
Los periodistas deben mantener, en general, una imparcialidad básica para garantizar una aproximación sin prejuicios a la información que habrán de reportar. Esa es una regla que tiene pocas excepciones y que yo he tratado y trato de cumplir a consciencia.
La excepción que para mí es tan clara e inequívoca como la regla es cuando la democracia está en juego. Ahí se acaba la imparcialidad.
Se acaba porque la democracia es el único sistema que permite la existencia de la prensa libre, del periodismo independiente (y, por supuesto, de las libertades y derechos fundamentales de la gente). Sin democracia, el periodismo libre se convierte en una forma de guerra. Y tras él, caen las otras libertades. Lo que queda y se presenta como periodismo es el travestismo patético de maleantes, corruptos y cobardes disfrazados de periodistas, convirtiendo la información en una técnica de engaño.
Por eso considero que, si la democracia está abrogada o, existiendo, se encuentra en peligro, mi deber es ayudar a conquistarla o protegerla, como ahora. Para mí, son decisiones difíciles, y cuando las tomo busco ser absolutamente sincero con el público, al que me debo y para el que trabajo.
Lo hice el año dos mil, cuando asesoré a Toledo y la oposición democrática en la parte final de la lucha contra el fujimorato. Lo volví a hacer el dos mil uno, en la segunda vuelta, cuando asesoré de nuevo a Toledo para evitar su derrota con Alan García. Y lo hice ahora, por unos pocos días, en la preparación de Kuczynski para el debate. Rosa María Palacios, como se sabe, fue una sparring que debatió diez veces mejor de lo que hizo el personaje al que representó, para gran beneficio del entrenado.
En todos los casos mencionados he trabajado, como corresponde, absolutamente ad-honorem, sin aceptar pago alguno.