Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2454 de la revista ‘Caretas’.
Sea como fuere, está claro que el asunto más importante para los peruanos es –y probablemente lo siga siendo por un buen tiempo– la seguridad, la lucha contra el crimen.
¿Qué funciona y qué no funciona? Hay experiencias estudiadas y descritas que dan ideas precisas de lo que puede funcionar bien en un plazo relativamente corto.
La experiencia ecuatoriana.- El blog Sin Miedos, una publicación del BID dedicada a la seguridad ciudadana, examinó el caso ecuatoriano. En 2011, indica Sin Miedos, Ecuador llegó a tener una tasa de homicidios de 22 personas por cada 100 mil habitantes. El gobierno ecuatoriano se impuso la meta de bajarla a 5 en 2017.
En 2014 ya la habían reducido a algo más de 8 por 100 mil.
¿Cuál fue su estrategia?
La inversión estatal en seguridad subió del 1 por ciento del presupuesto del Estado al 2,3 por ciento.
Invirtieron 83 millones de dólares en 400 nuevas Unidades de Policía Comunitarias (UPC), cada una con entre 16 y 22 policías.
Instalaron más de un millón de botones de seguridad en lugares públicos y negocios, que conectan directamente con la UPC más cercana. “La policía tenía que regresar a sus barrios”, dijo. “Tenía que pasar de una policía militar a una policía civil y comunitaria”. Recuperaron 600 espacios públicos y trabajaron con 130 mil representantes comunitarios para mejorar la seguridad ciudadana.
Efectuaron una profunda reforma policial. En dos años invirtieron US$94 millones en programas de entrenamiento policial. “Pusieron más policías a patrullar a pie o en bicicleta. Los hicieron trabajar en y con la comunidad”.
Subieron los sueldos. Hoy, un policía ecuatoriano gana cerca de US$1.000 al mes, lo que significa uno de los sueldos más altos en la región y una mejor posibilidad de selección de personal que estará, como se ha visto, mejor entrenado. Nuevos sistemas de mapeo de crímenes en tiempo real permiten no solo una reacción rápida sino planificar despliegues en función de la dinámica de los puntos críticos.
¿Progresos rápidos y sustantivos?
En un artículo de título provocativo [“The End of Homicide”] publicado en la revista Foreign Affairs, dos expertos del instituto brasileño Igarapé: Robert Muggah e Ilona Szabo de Carvalho (Ver sobre ellos en Caretas 2443, del 30 de junio pasado) ofrecen una estrategia para reducir a la mitad el número de homicidios en el mundo en una década.
¿Cómo? Primero entendiéndola. La violencia letal no se distribuye equitativamente. Cerca de 47 de las 50 ciudades más letales del mundo se encuentran en América Latina, que es también el único lugar donde la violencia tiende a crecer. Pese a ello, los autores indican que los casos de Medellín y Ciudad Juárez, por ejemplo, demuestran que es posible lograr éxito en poco tiempo.
Muggah y Szabo de Carvalho consideran que la estrategia para conseguirlo consta de cuatro pasos:
– Métricas, data basada en evidencia, para producir información precisa, rigurosamente evaluada;
– Los recursos policiales y de servicios sociales deben concentrarse en las áreas y las personas de riesgo mayor, puesto que un número pequeño de personas perpetra una cantidad desproporcionadamente alta de crímenes.
– Incorporar a la comunidad en el diseño y la acción para lograr y mejorar la seguridad.
– El buen liderazgo es indispensable para lograr una reducción sostenida de la criminalidad, que debe involucrar a la sociedad civil en su conjunto y no solo a la policía y al aparato judicial y penitenciario. Medellín, antaño la ciudad más violenta del mundo, logró niveles dramáticos de mejoría bajo el sobresaliente liderazgo de los alcaldes Sergio Fajardo, Alonso Salazar y Federico Gutiérrez.
Finalmente, sostienen los autores, la lucha para reducir la violencia exige disminuir a la vez la impunidad que la hace posible.
Corto en palabras, largo en mentiras
En un recuadro [‘Rambito periodístico (II)] publicado en La República de este martes 11, Ricardo Uceda anuncia su retirada de la controversia conmigo por el tema de los presuntos ‘Escuadrones de la Muerte’ en la PNP.
Lo hace en un párrafo corto en palabras y largo en mentiras: Que yo no brindo hasta ahora “información que contradiga los convincentes indicios […] que vincula a estos oficiales (el “comandante Prado Ravines y el general Vicente Álvarez”) con asesinato y corrupción”. Y se pregunta sobre mí “¿Cómo continuará cuando descubra que sus héroes lo engatusaron?”.
Puedo entender que Uceda se retire tratando de salvar algo de cara, pero en ese párrafo hasta las tildes mienten.
«La supuesta ‘investigación’ sobre los ahora inexistentes ‘escuadrones de la muerte’ es un adefesio groseramente manipulado».
«La supuesta ‘investigación’ sobre los ahora inexistentes ‘escuadrones de la muerte’ es un adefesio groseramente manipulado».
¿Engatusamiento? Si alguien resultó engatusado fue Carlos Basombrío, que empezó su gestión ministerial aceptando acríticamente la supuesta “investigación” sobre los “escuadrones de la muerte”, que tuvo en Uceda a uno de sus principales propaladores. Luego Basombrío tuvo que recular y redujo a un décimo (de casi 100 bajó a 9 policías) el número de miembros del supuesto Escuadrón. Poco después dijo que ya no había escuadrón sino solo un pequeño grupo de policías que ‘inducía’ al error a otros.
¿Falta de investigación? Con un simple análisis de notas basadas en datos distorsionados y adulteraciones de la realidad, pude determinar, entre varias otras cosas:
• Que la historia de la supuesta ‘escenografía falsa’ en la amenaza de secuestro al hijo de Néstor Quispez-Assin en 2009, por la que se culpó al entonces coronel Vicente Álvarez, y que Uceda hizo suya era, más bien, una acusación falsa. De hecho, como informé entonces, Uceda ni siquiera contactó a Álvarez para “contrastar versiones”.
• Que la acusación a Álvarez, de haber dirigido o coordinado casi todos los casos atribuidos al supuesto ‘escuadrón de la muerte’, era también falsa. Álvarez solo dirigió la intervención que abortó un secuestro a un empresario de Chiclayo, a quien luego se intentó obligar a cambiar su testimonio.
• Que en el caso –que el propio ministro Basombrío llamó ‘emblemático’– de Chincha, Álvarez no participó; que la información que originó el operativo no salió de Prado sino de un suboficial de Chincha; que buena parte de la acusación fiscal contra los policías de la SUAT estuvo basada en errores. Y que, gracias entre otras cosas a la minuciosa ‘auditoría’ investigativa que hizo IDL-Reporteros, el pedido de prisión preventiva contra siete SUAT que hizo la fiscal quedó sin base y no prosperó.
Puedo seguir, pero creo que basta con esos ejemplos.
No se trata de defender al general Álvarez, al comandante Prado, o a los policías SUAT.
De lo que se trata es que ni ellos ni nadie sea linchado a través de ‘investigaciones’ manipuladas, sin permitirles siquiera exponer su caso y menos aportar los argumentos y pruebas que puedan tener.
No afirmo ni niego la inocencia o culpa de nadie. Lo que sí sostengo es que la supuesta ‘investigación’ sobre los ahora inexistentes ‘escuadrones de la muerte’ es un adefesio groseramente manipulado, que surge de una especie de guerra civil entre grupos de policías dedicados a la investigación criminal. Eso es, por cierto, lo primero que debería investigarse, y a fondo, en cuanto se tenga la gente capaz de hacerlo.
Basombrío se negó a recibir a Álvarez, luego de que este fuera objeto de las peores acusaciones y solicitara el derecho a defenderse. No lo escuchó y lo pasó al retiro. Así no se debe tratar a nadie. Se puede ser severo y expeditivo, pero a condición de ser objetivo, justo e imparcial.
Uceda utilizó premisas falsas para conclusiones falaces. Lo señalé. Se arañó y ahora se retira de escena asestando un pañuelazo. Pues bien, que se vaya, pero mientras lo vemos perderse en dirección a la fuente de calorías más cercana, estemos atentos de que se lleve esa pésima forma de hacer periodismo.
Termino con lo que dije al principio: que se investigue, pero bien.