Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2529 de la revista ‘Caretas’.
João Santana y Mónica Moura, socios y pareja, estaban considerados entre los mejores manejadores de campañas electorales en el mundo. Fuera de Brasil llevaron campañas presidenciales en El Salvador, Panamá, Venezuela, República Dominicana, Angola. Eran buenos pero tenían además ciertas ventajas: un acceso especial al gobierno del PT brasileño y a sus cuentas reservadas; y un amplio conocimiento del uso del dinero negro de varias corporaciones brasileñas en el exterior: Andrade Gutierrez, por ejemplo, y ciertamente Odebrecht y su entonces activo Sector de Operaciones Estructuradas, la caja negra para pagar coimas a escala industrial, y hacer elegir presidentes de izquierda o de derecha pero ambidiestros en la corrupción.
Santana fue en el pasado un destacado periodista investigador que luego decidió alquilar su considerable experiencia y talento y pasar al lado oscuro. Eso sucede, por desgracia, con cierta frecuencia. Cuando se es bueno en periodismo, se logra habilidades que son muy rentables si uno abandona la profesión pero que solo permiten un decente pasar si se permanece fiel a ella. Y Santana, como otros, escogió su camino aunque no su destino.
«En varios reportes (como el “Informe de Inteligencia Financiera N° 015-2016-DAO-UIF-SBS”), la UIF detectó y describió casos evidentes de lavado de activos por parte de las compañías de Monteverde y Carmona»
Cuando la investigación del caso Lava Jato los alcanzó en febrero de 2016, Santana y Moura regresaron del extranjero a Brasil donde fueron inmediatamente arrestados. Algunos meses después, ambos llegaron a la conclusión de confesar, delatar para poder reducir sustantivamente sus penas.
A comienzos de 2017, las negociaciones habían concluido y las confesiones procedían individualmente. Veamos ahora tres de las historias que contó Mónica Moura.
En el “Termo de Colaboração Nº10”, hecho como los demás el 7 de marzo de 2017, Moura relató cómo el expresidente Lula invitó en 2011 a João Santana para dirigir la campaña presidencial de Hugo Chávez en 2012. En el proceso, negociaron con Maduro, viajaron en el jet de Andrade Gutierrez, definieron que la campaña costaría 35 millones de dólares y acordaron la forma en que Andrade Gutierrez y Odebrecht la pagarían.
En el “Termo de Colaboração Nº11”, Moura contó cómo Lula, otra vez, invitó a Santana a encargarse de la campaña del presidente de Angola Jose Eduardo dos Santos. Ahí se definió un costo de 50 millones de dólares, 30 de los cuales fueron pagados por el partido de gobierno y los otros 20 por Odebrecht. Parte del pago de Odebrecht salió de Venezuela.
En el “Termo de Colaboração Nº12”, Moura narró cómo el superintendente de Odebrecht en Panamá, André Rabelo, le pidió hacer la campaña presidencial en favor del partido del entonces presidente panameño Ricardo Martinelli. El propio Martinelli reiteró el pedido en la República Dominicana y luego, Lula, cómo no, insistió –a pedido de Emilio Odebrecht, para que manejara la campaña del sucesor designado de Martinelli, José Domingo “Mimito” Arias. El monto de la campaña se definió en reunión con Martinelli y André Rabello.
¿Cómo se pagó? Moura lo confiesa en detalle. Una parte fue pagada directamente por Odebrecht a Shelbill, la offshore de Santana y Moura.
Para el resto se hizo un contrato ficticio con Isagon, de Perú, “para el recibimiento de 4 millones”.
En otra parte de la confesión se indica que Isagon, presentada como una offshore de Odebrecht, aportó 4 millones 400 mil dólares, y que “para esa operación Odebrecht exigió que se realizara un contrato ficticio para justificar los depósitos bancarios”.
En realidad, esa confesión no abrió un caso sino lo cerró.
Varios meses antes de la confesión de Santana y Moura, IDL-Reporteros publicó una investigación sobre lavado de activos donde apareció Isagon.
El reportaje, “La ruta dominicana”, escrito por Romina Mella y por mí, fue publicado el 15 de junio de 2016 en IDL-R y reunió los avances investigativos que realizamos en abril y mayo de ese año, en colaboración con el diario La Prensa, de Panamá. Con información conseguida de bancos panameños, encontramos a dos offshores ya identificadas por la procuraduría brasileña como intermediarias en el pago de coimas. Se trataba de Constructora Internacional del Sur y de Klienfeld Services LTD. En esa época previa a su confesión corporativa, Odebrecht todavía negaba toda relación con dichas offshores [ahora la acepta plenamente], pero su participación en los pagos descubiertos de coimas era ya irrefutable.
Ambas offshores habían girado dinero a un conjunto de compañías peruanas [y otras offshores] que lo movieron “entre esas compañías en la típica forma que sugiere (o revela) lavado de dinero”. Dos personas controlaban ese activo esquema de sociedades: Gonzalo Monteverde y María Isabel Carmona Bernasconi.
Lo interesante es que las compañías de Monteverde y Carmona no solo recibieron dinero de las offshores Constructora Internacional del Sur y Klienfeld, sino también de Odebrecht y del Consorcio IIRSA Norte. En 2007, las empresas de Monteverde y Carmona recibieron 11 millones 733 mil 332 dólares del Consorcio IIRSA Norte, Odebrecht, Constructora Internacional del Sur y Klienfeld. El 60% de ese dinero fue girado a la muy clandestina Balmer Holding Assets, formada en Panamá pero con cuenta en un banco brasileño en Barbados. Ahí se perdió la huella del dinero, hasta ahora. Ese fue, sin embargo, el año en el que IIRSA Norte empezó y logró en poco tiempo acumular sobrecostos que aumentaron en 98% el precio contratado de la obra.
Años después, entre octubre de 2013 y junio de 2014, las sociedades controladas por Monteverde y Carmona transfirieron 4 millones 396 mil dólares a una compañía de la República Dominicana llamada Cine&Art2013, que fue el conducto para hacer llegar el dinero a Santana, Moura y la campaña presidencial en Panamá. La más importante fue Isagon SAC, que envió 3 millones 896 mil 450 dólares. Pero el total corresponde a lo que declaró meses después Moura en su confesión, que completó y cerró lo que había investigado IDL-Reporteros.
Con ello quedó claro el papel que cumplió la organización de Monteverde y Carmona en los procesos de transferencias clandestinas de dinero del Sector de Operaciones Estructuradas, de Odebrecht.
IDL-Reporteros no fue el único en identificar los movimientos y patrones de lavado de activos en la organización de Monteverde y Carmona. El Informe del congresista Juan Pari, como presidente de la Comisión Investigadora del caso Lava Jato en el Congreso precedente (2011-2016) realizó un análisis prolijo de la equívoca interacción financiera entre Odebrecht, consorciados y las compañías de Monteverde y Carmona Bernasconi, e identificó en el proceso varias series de transacciones que revelan lavado de dinero.
A su turno, la Unidad de Inteligencia Financiera de la SBS llevó a cabo varias investigaciones, con un rastreo detallado de cuentas y transacciones. En varios informes (como la “Nota de Inteligencia Financiera N° 00187-2016-DAU-UIF-SBS de 18 de abril de 2016” o el “Informe de Inteligencia Financiera N° 015-2016-DAO-UIF-SBS”), la UIF detectó y describió casos evidentes de lavado de activos por parte de las compañías de Monteverde y Carmona. Los informes de la UIF fueron a las diversas fiscalías que han visto el caso. Ahora, la investigación de la organización de Monteverde y Carmona se encuentra en la fiscalía anticorrupción que dirige Hamilton Castro con la ya legendaria lentitud que caracteriza su trabajo.
Pese a las pruebas reveladas en el Perú; pese a la confesión de Mónica Moura, Gonzalo Monteverde y María Isabel Carmona han presentado una querella contra los periodistas que los investigamos en IDL-R: Romina Mella y yo. También lo han hecho contra otros periodistas, entre los cuales están Alonso Ramos, de Hildebrandt en sus 13; y César Romero, de La República.
Nos defenderemos, por supuesto, con energía en el juzgado donde presentaremos la cantidad y calidad aplastante de pruebas que las investigaciones en Panamá, Perú y Brasil han reunido. Espero que luego puedan ser utilizadas en el nivel fiscal. Quien confiesa y colabora debe ser tratado con lenidad. Quien hace lo contrario, con inequívoca severidad.