Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2463 de la revista ‘Caretas’.
Las noticias del caso Lava Jato no han suscitado hasta ahora alarma visible en Lima, incluso entre quienes debieran remojar la barba aunque anden afeitados.
Es, me imagino, por pensar (y sobre todo, desear) que aunque la turbulencia de las investigaciones sacuda a Brasil, la tormenta no rebalsará necesariamente al Perú; y que si algo cae por aquí –como ya ha sucedido– la revelación de culpas afectará básicamente a los más lornas, a los cutreros sin suerte o sin una buena maquinaria de encubrimiento.
Pero las cosas han cambiado en los últimos días. Ahora sí se percibe alarma y ruedan las bolas. Es que para los sobornados, los coimeros de estos años surgió casi de un momento al otro el miedo de no poder (como habían supuesto) llevársela barata sino que Barata se los llevará a ellos.
Es decir, Jorge Henrique Simoes Barata.
Sucede que el 7 de noviembre, Estadão publicó en Brasil la lista de los 61 ejecutivos de Odebrecht cuyo trabajo en el futuro próximo será confesar en el masivo programa de delación premiada corporativa al que la Firma ha aceptado someterse.
Entre ellos, como responsable solitario de Odebrecht Latinvest figura Jorge Barata. Y, a menos que el diablo meta la cola, lo que no es imposible, Barata va a hablar.
¿Qué va a contar? No lo sabemos todavía, pero, si uno revisa los archivos de vídeo y fotos que registran a quiénes visitaba Barata, con quiénes negociaba, a propósito de qué proyectos, uno podrá tener una idea de los personajes que figurarán en el guion de sus confesiones.
Eso lo percibieron varios, y las bolas volaron.
“Me informan que Barata ya declaró en Brasil como parte del arrepentimiento de su jefe. La fiscalía peruana ya recibió formalmente la copia. Dicen que hay tres expresidentes, dos alcaldes de Lima y decenas de ministros involucrados… !!!”, fue el mensaje de texto que me llegó el domingo por la mañana, de una persona que ha estado bien informada en varias ocasiones, pero en esta no.
El lunes 14, un periodista que dirige un medio local me dijo que una fuente que también suele estar bien informada le hizo saber que Barata está hablando y contando todo.
Hubiera sido excelente que eso fuera cierto. Pero las informaciones que llegaron de Brasil no indican tal cosa.
Sin embargo, aunque los datos de las confesiones no lleguen hoy, ni mañana, ni de repente en algunos meses, el rumbo del proceso está claro; y los resultados que producirá, también.
De un lado estará el testimonio de quienes manejaban el lado oculto de la corporación: las cinco personas que integraban el “sector de operaciones estructuradas”, desde donde salían virtualmente todas las operaciones de pago de sobornos a través de un sistema complejo de lavado de dinero dedicado a ocultar el pago de la coima y, sobre todo, la identidad del coimeado. Esa era la parte técnica y, si se quiere, impersonal del proceso de la cutra.
En el lado opuesto de ese proceso está el lado primariamente personal, el de las relaciones de confianza que se produjeron entre quienes tenían la capacidad de tomar las grandes decisiones de compras, contratos, concesiones (presidentes, ministros, entre otros) y el representante de la Corporación.
En el Perú y luego en varios otros países sudamericanos lo fue Jorge Barata. Era la voz de Odebrecht, la persona con la que se negociaba, se acordaba y, suponían, que tenía la capacidad de guardar secretos que convenía a todos los involucrados mantener ocultos para siempre.
«Para los coimeros de estos años de un momento al otro surgió el miedo de no poder llevársela barata sino que Barata se los llevara a ellos»
Así, mientras Hilberto Da Silva o Fernando Migliaccio (del sector de Operaciones Estructuradas) contarán cómo pagaban las coimas moviéndolas a través de un laberinto de offshores hasta aterrizarlas en la impersonal cuenta cifrada del corrupto; Barata tendrá una larga historia de vínculos personales y de anécdotas por referir. Ahí, los montos estarán unidos a un personaje, y se sabrá cómo se acordaron los sobornos, las diferencias de estilo, la forma de hacerles saber que ya les había llegado el dinero. Todo cara a cara. Un testigo de cargo cuyo futuro testimonio seguramente provoca desde ya insomnios y pesadillas, aunque no creo que arrepentimientos.
El caso de Barata no es el único. Entre los funcionarios de la división de América Latina y Angola de Odebrecht, figuran los que, por ejemplo, acompañaron a algunos presidentes panameños –sobre todo a Ricardo Martinelli– en casi todas las negociaciones, viajes, visitas, vinculadas con las masivas concesiones y contratos logrados por Odebrecht en ese país. Están igualmente obligados a confesar.
Pero el cuadro completo que emerja de las confesiones tardará varios meses en componerse. Y el camino, el proceso, serán azarosos y preñados de peligros.
Aquí, en el Perú, mientras tanto, algunas de las respuestas y las astucias usuales en crisis políticas se empiezan a dejar ver.
Una curiosa iniciativa provino, hace unos días, del congresista Héctor Becerril. Luego de eludir la investigación, por la comisión de Fiscalización, del caso Castañeda – OAS, Becerril presentó una moción para reactivar la Comisión Lava Jato.
¿Le interesa el tema a Becerril? ¿Desea que el Congreso conozca más sobre ese caso decisivo? Si es así, no necesita, por ahora, convocar una nueva comisión. Le basta con invitar al presidente de la comisión Lava Jato del anterior Congreso: Juan Pari, a que exponga, presente y desarrolle el notable y revelador trabajo investigativo que llevó a cabo.
Como Becerril probablemente no ignore, el anterior Congreso, en una suerte de coalición caleta por la impunidad, no debatió el informe presentado por el presidente de esa vital comisión. Dejaron pasar intencionalmente los plazos hasta que concluyó el término del Congreso. Como se recuerda, Pari presentó un informe en minoría con una investigación profunda del tema, mientras que los firmantes de los otros informes buscaron defender a sus partidos y sus dirigentes.
De manera que ahora tiene la oportunidad: el informe que el anterior Congreso se negó a discutir, para evitar que sus conclusiones salgan a la luz, puede ser debatido y adoptado por este. Si después de eso quieren investigar más, en buena hora. Pero teniendo a la mano la reciente y notable investigación de Juan Pari sería grotesco empezar de cero.