En tiempos de grandes escándalos y megacutras, las discrepancias entre la rendición de cuentas de un embajador con la realidad del gasto, pueden parecer poca cosa. Pero no lo son.
El embajador Luis Chuquihuara fue secretario general de la Presidencia durante el gobierno de Alejandro Toledo, y en el tramo final de la presidencia de éste, en 2005, fue enviado como embajador del Perú a la muy importante embajada en Bélgica. Luego, con el gobierno aprista, Chuquihuara fue enviado a una representación de mucho menor relevancia: la embajada en El Salvador.
Ambas misiones tuvieron un factor común: las disputas de Chuquihuara con los funcionarios diplomáticos encargados de la administración de fondos en cada embajada, sobre la rendición de cuentas del embajador por sus gastos funcionales. Las cantidades no fueron particularmente significativas, pero sí lo fue la actitud y el ejercicio abusivo de la autoridad por parte del embajador. Eso es algo sobre lo que Chuquihuara debiera dar explicaciones, pedir disculpas, o ambas cosas, ahora que, según parece, tendrá una función presumiblemente importante en el próximo gobierno.
La abundante documentación obtenida por IDL-R sobre la inusual forma de rendir cuentas del embajador Chuquihuara en las embajadas de Perú en Bélgica y El Salvador, revela cómo el embajador inventó en repetidas oportunidades reuniones con funcionarios públicos y diplomáticos de distintos países para que algunos gastos personales y familiares sean solventados con fondos públicos.
La historia empieza en febrero de 2006, cuando Chuquihuara llevaba un año como embajador en Bélgica y debía enviar a la cancillería la rendición de cuentas del año anterior. Estas incluían, entre otras cosas, lo gastado en atenciones oficiales y en el personal de servicio de la residencia que ocupaba con su familia. Esta rendición debía ser visada, como usualmente corresponde, por el segundo de la embajada, a cargo de la administración de fondos, que era entonces el ministro Arturo Jarama.
El 9 de febrero, Jarama le envió un correo electrónico a Chuquihuara indicándole que había “detectado fallas” en su rendición de cuentas. Observó la suma elevada en el racionamiento para el personal de servicio en su residencia, que no es más que el dinero destinado para el sueldo de los empleados, su alimentación y el mantenimiento de la casa. Jarama también le indicó que existían gastos que no correspondían con las atenciones oficiales programadas.
Chuquihuara le respondió, vía correo electrónico, que esos temas eran “accesorios y menores”. Le pidió que visara los documentos y los mandara a Lima. Jarama se negó a hacerlo y 48 horas después fue removido de su puesto.
Luego de ser trasladado al consulado de Perú en Bruselas, el ministro Jarama preparó los informes de las rendiciones de cuentas del segundo al cuarto trimestre de 2005, y los envió al embajador Carlos Bérninzon, entonces secretario de administración de la Cancillería.
A continuación, algunas de las supuestas irregularidades señaladas en el informe de Jarama:
- Con relación a los gastos por atenciones oficiales, el embajador Chuquihuara presentó un recibo por 72.60 dólares que, según él, correspondía a un almuerzo el domingo 22 de mayo con el cónsul Thierry Spee. Para eso hubiera sido necesario el don de la ubicuidad por parte de Spee, pues hay un correo electrónico suyo en el que asegura no haber estado en Bruselas en esa fecha.
- Ese mes Chuquihuara presentó otro comprobante de pago por 57 dólares. Indicó que este monto correspondía a una cena con embajadores andinos, pero en el recibo aparecen ítems como pañales, champú, y otros artículos para bebé. A menos que la cena tuviera como sorpresa un obsequio de pañales Plenitud (cuyo uso en diplomacia no figura en los manuales consultados), es poco explicable que sean parte del menú de un restaurante. La reunión tampoco está registrada en la agenda de la embajada.
- El embajador presentó un recibo del domingo 12 de junio por 55.20 dólares con relación a una supuesta reunión con el director de Brusselexport. Pero ese día, a las 8:10 de la mañana, Chuquihuara viajó a Lima, en comisión de servicio, según los mensajes M-20050263 y M-20050558.
- Chuquihuara presentó otra factura del sábado 25 de junio por 65.20 dólares que correspondía a una reunión con Karl Falkenberg, director general adjunto de comercio de la Unión Europea. Ese encuentro no pudo darse porque en esa fecha Chuquihuara estuvo en París, según la agenda de la embajada. La cita (de acuerdo con el mensaje M-20050613, enviado por el propio Chuquihuara) se habría realizado en otra fecha.
- En julio, Chuquihuara presentó un comprobante por 13.95 dólares por una corbata que se supone había sido enviada como regalo al jefe de gabinete de la alcaldía de Bruselas. Hay un correo electrónico del entonces consejero del gabinete del alcalde, Jean-Paul Buffat, quien asegura que jamás recibieron una corbata como regalo de Chuquihuara.
- Chuquihuara entregó otra factura por 21.70 dólares que correspondía a una supuesta reunión con el cónsul de Amberes, el sábado 9 de julio. La cita no figura en la agenda de la embajada y el consumo corresponde a una sola persona.
- El embajador presentó un comprobante de pago del sábado 24 de setiembre por 7.12 dólares que correspondía a una reunión con el jefe de protocolo de Visita Presidencial. La boleta correspondía a unos bombones adquiridos en una chocolatería.
Esta relación es solo una parte de una gran lista de gastos similares, que si bien constituyen montos pequeños de dinero, revelan un manejo de los fondos de la embajada por parte de Chuquihuara, que no distingue con claridad los límites entre lo público y lo privado.
En una entrevista con IDL-R, el ministro Jarama indicó que “durante todo el periodo que estuve, es decir, desde el mes de abril de 2005 hasta mediados de enero de 2006, revisé todas las cuentas y expresé mi desacuerdo con las facturas que se presentaban”.

“Algunas de las atenciones oficiales no correspondían a la agenda del embajador, y menos aún correspondían a los hechos. Había tomado conocimiento que las personas agasajadas o no estaban en la ciudad o el propio embajador no estaba en el país”, refirió Jarama.
Jarama aseguró, además, que su traslado al consulado de Bruselas fue “una represalia”. “Yo lo invito [a Chuquihuara] a que al momento de regresar [de vacaciones] revisemos juntos esas cuentas y de esa manera subsanar esos errores. No pasan ni 48 horas y solicitan mi remoción del cargo. Había gastos que no concordaban con la relación de gastos oficiales (…) en comparación con los gastos efectuados en años anteriores estos se triplican”, refirió Jarama.
Según información enviada por Jarama a la Secretaría de Administración de la Cancillería, en mayo de 2005 el racionamiento se incrementó en 342 por ciento respecto del mismo mes del año anterior. En agosto y septiembre ocurrió algo similar. El gasto por el mismo rubro comparado con el 2004 aumentó en 316% y 324% respectivamente.
El 30 de mayo de 2006, seis días después de que Jarama envío su primer informe de rendición de cuentas, el embajador Bérninzon envió el memorándum (SAD) Nº 1631-2006 al entonces viceministro de Relaciones Exteriores, embajador Harold Forsyth. Bérninzon recomendó que el caso pase a Inspectoría y que Chuquihuara sea entrevistado para que dé sus descargos.
A su vez, la inspectora general de la Cancillería, Farah Pérez, remitió una carta a la Secretaría General indicando que se tenía que investigar el caso.
De Bélgica Chuquihuara pasó a hacerse cargo de la embajada del Perú en El Salvador en 2007. Está claro que el cambio de gobierno no representó un ascenso. Pero, su singular manera de rendir cuentas se repitió: recurrió a la invención de reuniones con funcionarios para poder pasar sus gastos personales, y pasó recibos por artículos personales que no debían ser pagados con fondos públicos.
La administradora de fondos de la embajada de Perú en El Salvador, Milagros Castañón, le envió varias comunicaciones a Chuquihuara sobre los gastos personales que pretendía que sean pagados por la embajada. Por ejemplo, en un memorándum del 12 de noviembre de 2008, referente a las facturas presentadas por gastos de setiembre, la funcionaria le indica que los gastos realizados por la esposa del embajador no pueden ser considerados como atenciones oficiales.
En otra comunicación de ese año, Castañón le refiere que “se viene cubriendo oficiosamente el combustible para dos autos y técnicamente sólo corresponde el combustible para el vehículo oficial”. Según fuentes consultadas por IDL-R, el combustible restante era para ser utilizado por Chuquihuara para el traslado particular de él y su familia.
IDL-R sostuvo una conversación telefónica con Chuquihuara el martes 21 de junio. Al ser consultado sobre ambos casos, indicó que “no hay ninguna investigación. Estos son escandaletes. (…) Lo que tengo es la opinión final de la Cancillería con las resoluciones correspondientes”.
Chuquihuara se negó a dar una entrevista personal con IDL-R, pero se comprometió a enviarnos información vía correo electrónico esa tarde. Hasta el cierre de edición no envió nada.
El que sí se comunicó con IDL-R, a través de un mensaje de correo electrónico, fue el embajador Enrique Palacios Reyes, secretario general encargado de la Cancillería y jefe de la Oficina General de Recursos Humanos.
En su correo, Palacios indicó que “con relación al pedido de información sobre el embajador Chuquihuara”, la respuesta oficial es que “no han existido a lo largo de los 31 años de trayectoria profesional en el Servicio Diplomático de la República proceso alguno, ni existen en el presente procesos o investigaciones de cualquier naturaleza con relación al ejercicio de sus funciones tanto en la misiones diplomáticas del Perú en el Reino de Bélgica, como en la República de El Salvador”.
¿Qué nunca hubo proceso alguno? Eso no es verdad. IDL-R ha obtenido el informe Nº 005-2010-2-0283 de la Inspectoría del ministerio de Relaciones Exteriores sobre las rendiciones de cuentas de Chuquihuara en el periodo del 11 de febrero de 2005 al 19 de enero de 2007.
El informe de la Inspectoría se basa en la denuncia del ministro Jarama sobre las irregularidades en el manejo de fondos en Bélgica. Dentro de sus conclusiones señala que “Chuquihuara actuó negligentemente en el ejercicio de sus funciones, al haber utilizado fondos públicos para pagar gastos personales, habiendo incurrido en inconducta funcional”, y solicita que reembolse una pequeña suma de dinero. Chuquihuara reembolsó casi todo el dinero antes que concluyera la investigación, lo que pareciera comprobar que estuvo en falta.
¿Qué son esas minucias, se dirá, al lado de los monumentales sobrecostos en obras públicas que no resistirían una auditoría mínimamente exigente? ¿Qué importan esas pequeñas cenas imaginarias, almuerzos de fantasía y pañales en el menú?
Sí importan. Grande o pequeño, es el dinero público en indebido gasto (o apropiación) privado. Es verdad que lo grande (y lo gigante) importa más que lo pequeño, pero esto tampoco se puede olvidar. Las cantidades se miden, los principios no.