Todo tipo de gente ha sido ministro o ministra en el despacho del Interior, desde su creación, en 1968 (antes fue ministerio de Gobierno y Policía).
Algunos ministros, en honorable minoría, fueron inteligentes y bien intencionados. Otros contrapesaron defectos de estructura con cierta eficiencia y austeridad. La mayoría compone una larga lista de grisuras matizadas con modestos logros y evidentes fracasos. Pero varios otros destacaron por lo corrupto, lo siniestro o por una combinación de ambas cosas.
El actual ministro del Interior, Juan José Santiváñez, ocupa el cargo por un tiempo todavía corto como para saber si pertenece a la penúltima o a la última categoría. De una cosa se puede, sin embargo, estar seguros:
Que es un mentiroso rematado, de esos que mienten con dedicación y empeño. Es el huachito premiado o el tumi de oro llevado a la comunicación política.
Antes de ser ministro fue un notorio fujitroll. Y fue además abogado especializado en la defensa penal de policías procesados por graves imputaciones criminales.
Desde su nombramiento como ministro hasta ahora, Santiváñez ha asumido un objetivo central: destruir a la Diviac y, sobre todo, al hoy separado jefe de esa unidad: el coronel PNP Harvey Colchado.
¿Cómo alcanza ese objetivo un fujitroll devenido ministro? Utilizando a fondo la autoridad ministerial para ordenar a la policía bajo sus órdenes “investigar” (que en este caso quiere decir acusar, empapelar) a Colchado y su unidad mientras que, como troll, esparce difamaciones contra ambos.
Y a la par que acumula cargos y acusaciones, prohíbe a Colchado defenderse en público de las acusaciones que asesta el ministro troll.
No solo eso: lo conmina a “rectificarse” mediante una carta notarial, sin decir de qué ni concederle permiso para defenderse en público. Es decir: lo ata y lo amordaza a la vez que le exige: “¡Pelea limpio pe’, Colchado!”
Pero ahí no termina el asunto: Santiváñez también desembucha, con un cinismo sin fisuras, mentiras colaterales para reforzar la campaña de descrédito y difamación contra Colchado y la Diviac.
El lunes 24 de junio pasado, en una entrevista con Fernando Vivas, en RPP, Santiváñez afirmó que la Diviac investigaba indebidamente a unos mientras soslayaba realizar otras investigaciones de supuesta importancia. Y de inmediato atarantó a Vivas con una repetición en seguidilla, de preguntas retóricas.
–¿Qué es de la investigación de Gustavo Gorriti, que está a cargo de la Diviac? ¿Dónde está? –dijo Santiváñez.
Mientras Vivas intentaba responder, Santiváñez repitió y repitió la misma pregunta. Tres veces en total, con una pequeña pausa dramática, como quien subraya con esa sola insistencia, lo evidente de una criminal omisión.
Como Vivas no atinó con la obvia respuesta (o respuestas), lo hago yo aquí.
¿Dónde está “la investigación a Gustavo Gorriti, a cargo de la Diviac”?
¡No te hagas el misterioso, Santiváñez, y responde tú! ¿No que eras el ministro del Interior, con acceso a toda la información policial, la que insinúas tener con el truco retórico de la pregunta repetida?
Entonces, ¿dónde está esa investigación? ¡Muestra la carpeta! ¡Indica de qué fiscalía procede y qué fiscal la encargó a la Diviac! Porque, por lo menos hasta ahora, ni la Diviac ni ninguna otra unidad policial puede llevar a cabo una investigación que no sea aceptada y dispuesta por una fiscalía.
¿Qué fiscal se la encargó a la Diviac y a quién dentro de ella? ¿Cuándo, por qué concepto? ¡Demuestra que existe la disposición que ordena a la Diviac encargarse de la investigación!
¿Que es una investigación que se ordenó bajo “reserva fiscal”? ¿Y cómo la conoces entonces, pues la reserva fiscal se aplica por igual a todos, hasta para los ministros y los fujitrolls?
¿Sugieres quizá que la Diviac me investigaba o que debió investigarme sin conocimiento de la fiscalía? ¿Es eso lo que quieres o reclamas? ¿Que nos convirtamos en un estado policial? Puede que lo quieras y lo desees, pero no hemos llegado a eso y espero que este país, que está despertando, no lo permita jamás.
Para no darle una vuelta más al asunto, ¡te desafío a mostrar la carpeta con la que un fiscal ordenó a la Diviac que me investigue! ¿Cuándo, quién y, sobre todo, por qué?
Si no tienes cómo responder, entonces haz algo correcto en tu vida: declara en público y repite tres veces, con el mismo tonete de tus preguntas retóricas:
“Yo, el conocido fujitroll Santiváñez, reconozco que mentí al preguntar sobre lo que sabía y sé que no existe. ¡Soy un mentiroso!”.
Porque has demostrado que lo eres.