La tragedia del 5 de marzo en Ilave no solo tuvo protagonistas sino también testigos. En la mañana de ese día llegaron tres periodistas a Ilave a reportar sobre las turbulentas protestas en la ciudad. El más veterano y experimentado entre ellos, Liubomir Fernández, es el corresponsal de La República en Puno y un conocedor profundo de su región.
Lo acompañaban dos jóvenes fotógrafos: el puneño Carlos Apucusi y el huaracino Luis Javier Maguiña. Ambos se dedican sobre todo a la documentación gráfica de tradiciones culturales e iniciativas de desarrollo social. Ese día, sin embargo, la realidad los forzó a la fotografía de urgencia que imponen los eventos de vida o muerte.
La cobertura no fue nada fácil para los periodistas, rodeados por personas exaltadas, con animosidad hacia los forasteros y, en especial, hacia la prensa. Moverse de un lado al otro, de un grupo al otro, les exigió explicar su presencia y su misión múltiples veces, para desactivar la hostilidad preventiva de la gente. Así y todo, Luis Javier Maguiña recibió un correazo en algún momento de la cobertura. La presencia de Liubomir Fernández, bien conocido en Puno, fue decisiva para permitir –sobre todo al principio– el trabajo de los fotógrafos.
Hacia el mediodía, los tres periodistas se encontraron en las afueras de Ilave, cubriendo el bloqueo del puente y la movilización cercana. Vieron entonces que se acercaba un contingente militar por la margen del río opuesta a la ciudad y siguieron a grupos de pobladores que se apostaron en una altura que permitía observar, a la distancia, el escenario.
Sin teleobjetivos, con los lentes básicos, hostigados al principio, los dos fotógrafos olvidaron todo lo que no fuera cubrir el evento que pronto devino tragedia.
Desde su orilla, sus fotos contaron la historia.
La narrativa de las imágenes en la fatídica jornada
En la mañana del 5 de marzo, el principal puente sobre el río Ilave estaba bloqueado así:
Pocos minutos después del mediodía, vieron, desde una altura, a un contingente del Ejército que marchaba hacia Ilave por la margen opuesta del río.
Un acercamiento (zoom in) en la foto, permite ver al contingente con mucho mayor detalle.
Como se ve, no caminan solos, pero tampoco los sigue una muchedumbre.
Poco antes de las 12:15, los militares salen del camino y se dirigen a paso ligero hacia la orilla del río y, de inmediato, empiezan a vadearlo. Hay disparos al aire y parte de los ilaveños baja corriendo desde las alturas hacia el río.
En la ampliación de esta misma foto, se ve con claridad la marcha rápida hacia el río.
A las 12:17 la tropa ya está en pleno proceso el cruce del río y los primeros accidentes acaban de ocurrir. La gente, en forma dispersa, corre hacia el río.
Esta es, de cerca, la escena. Las figuras se mueven, la tragedia se ha desencadenado. No hay turbas visibles.
Desde la orilla. Foto tomada a las 12:37 de la tarde. En la orilla opuesta, los militares que lograron cruzar el río. A la derecha, un grupo pequeño intenta reanimar al cabo EP Franz Canasas Cahuaya, con respiración boca a boca, levantando sus piernas, sin conseguirlo. Toda hostilidad de los pobladores ha cesado, al empezar a percibir la magnitud de la tragedia. Casi a mitad del río, un suboficial observa y permite ver la poca profundidad del agua. El río había sido vadeado dos veces por el mismo contingente horas antes, en otros lugares. Aquí, no supieron ni se percataron del hueco hecho por las areneras en el lugar, que se convirtió en una trampa mortal.
A las 12:39 de la tarde, los esfuerzos por revivir al cabo EP Franz Canasas han cesado. Un militar cubre el cadáver mientras varios otros observan a la otra orilla, donde los pobladores han logrado rescatar del agua a varios otros soldados.
Vista más abierta del escenario. A la izquierda se puede ver una máquina excavadora, como indicio mudo de las excavaciones en el lecho del río que causaron la tragedia.
A las 12:45 pm, dos soldados rescatados, a punto de ahogarse, por los pobladores de Ilave, son auxiliados por ellos, sobre todo por las mujeres, con ropa seca y mantas. Junto con los sentimientos de humanidad, el saber que casi todos los soldados son originarios de la zona acentúa la preocupación por los sobrevivientes.
El mismo grupo en pleno proceso de auxilio a los soldados rescatados, cuyo semblante indica cuán cerca estuvieron de la muerte.
A la una de la tarde, otros pobladores de Ilave buscan reanimar la circulación de otro soldado rescatado del río, a quien ya han dado ropa seca.
A la 1:15 p.m., otro soldado que logró ser rescatado del inminente ahogamiento, es cargado hacia la carretera por un poblador local.
El reencuentro. A las dos de la tarde, a menos de tres kilómetros de donde estuvo a punto de morir ahogado, este soldado se encuentra con su madre, que llegó al lugar al escuchar las noticias transmitidas en vivo por la radio. Ambos lloran el milagro del reencuentro luego de la salvación.
La detención. 2.10 de la tarde. Luego de ser rescatados y abrigados, en ruta al puesto de salud, estos dos soldados fueron detenidos en el bloqueo del puente internacional de Ilave. Los manifestantes les interrogan sobre el nombre del oficial que ordenó cruzar el río. Los soldados no lo dieron. Unos veinticinco minutos después, les franquearon el paso.
Las fotos de este reportaje fueron tomadas en medio de la tremenda tensión y las urgencias del momento ante el desenlace inesperado y brutal del cruce del río.
Ninguna de las imágenes muestra nada que se parezca a un acoso de turba que representara un peligro físico para los más de 50 militares.
Lo que sí muestran, de manera inequívoca, es que apenas se hizo evidente el peligro de ahogamiento de los militares en el río, la población presente corrió a auxiliarlos e hizo lo que pudo por salvarlos. Una tragedia convirtió un escenario de intensa confrontación en otro de ayuda y solidaridad humanas.