El problema con las alarmas falsas es que silencian las verdaderas. La estridencia ahoga los detalles, sofoca los matices y aplasta la razón.
La semana pasada escribí sobre el supuesto espionaje policial que denunció Fernando Rospigliosi. El examen de lo que se sabía entonces me hizo ver que la tajante acusación de Rospigliosi estaba equivocada y que, como concluí, significaba que, “afirmar e informar erróneamente no solo provoca escándalos artificiales y arruina investigaciones necesarias, sino socava las muy necesarias investigaciones al poder”.
El domingo 16, en La República, Rospigliosi insistió en su versión y sostuvo que los hechos que la contradicen son parte del montaje de “una grotesca coartada”.
La novedad fue el señalamiento del supuesto “autor de la coartada”. Se trataba del general Carlos Morán, el jefe del Estado Mayor de la PNP, a quien definió como “un individuo muy hábil y a la vez siniestro y oportunista”.
Rospigliosi sostiene – con afirmaciones que hay que tomar como un acto de fe– que “no existe ninguna posibilidad de error ni de confusión en este asunto. Otras informaciones complementarias que recibí, con detalles sobre la labor de espionaje, confirman total y absolutamente que es cierta”.
Me temo que las afirmaciones tajantes sobre certidumbres totales y absolutas solo muestran en este caso un divorcio de la realidad que sería meramente penoso si no fuera además dañino.
¿Es posible que haya seguimiento o espionaje a Rospigliosi y otras personas de la oposición (y quizá también del propio gobierno? No se puede descartar tal posibilidad, ni en el gobierno anterior ni en este, pero lo que sí se puede descartar sin mayor duda es que el grupo chambón de la Dirin en el Parque del Amor haya tenido que ver con eso.
El lunes 18 entrevisté al general PNP José Céspedes, director de la Dirin, y al coronel PNP Arcenio Domínguez, jefe de la división de búsqueda de la misma dirección. También al general Carlos Morán, en su oficina del Estado Mayor de la PNP.
Los tres pertenecen a la misma promoción de la ex PIP, “mayor PIP Félix Tello Rojas” egresada en 1983. Uno pudiera pensar que esa coincidencia es sospechosa – como lo son ciertos alineamientos promocionales en, por ejemplo, el Ejército –, pero aquí jugó el azar. Cuando se efectuaron los cambios de colocación anuales, este enero, solo Domínguez fue colocado en su puesto actual.
Solo después del pase al retiro del general PNP Raúl Salazar, en marzo, Morán asumió la jefatura del Estado Mayor y Céspedes la de la Dirin.
El operativo de identificación y seguimiento de presuntos delincuentes colombianos empezó, según los documentos que he visto, el 20 de mayo, con información muy somera. El 21 se hizo un plan de operaciones. El “personal operativo” fue un equipo a cargo de un mayor PNP, con un capitán PNP como segundo y seis suboficiales. El 27 de mayo, cuando el caso creció en importancia, se creó un segundo grupo operativo, al mando de otro mayor PNP, con dos capitanes PNP como lugartenientes y cinco suboficiales PNP.
El seguimiento a los colombianos a partir de la “Fonda Paisa el Arriero” en Los Olivos, según parecen mostrar las fotos y vídeos de vigilancia, tendía a confirmar la información recibida. Una fuente confidencial afirmó que dos de los colombianos ubicados iban a hacer un contacto con un tercero, “a fines de mes de mayo, a partir del 27”.
Entonces se formó el segundo grupo, de apoyo, para vigilar el “Parque del Amor”, documentar el contacto y seguir a los colombianos. Ese grupo ad hoc operó en el parque el 27, 28 y 29 de mayo, cuando fue descubierto. Mientras tanto, el primer grupo continuó con la vigilancia en Los Olivos.
Ese fue el despliegue operativo. La puesta en práctica del grupo de apoyo fue notablemente torpe, incluso para el tipo de operación que iban a realizar. Pero de ahí a presumir que las seis personas que estuvieron paseando de un lado a otro del Parque del Amor los días 28 y 29 de mayo, lo hicieron para vigilar a Rospigliosi, Basombrío y Costa, es no saber que ni la unidad más chambría de la PNP vigilaría así a objetivos fijos.
(Plan de inteligencia de la Dirin para seguir a los colombianos)
La acusación de Rospigliosi de que el general Morán es “el cerebro” de la supuesta coartada, arrancó el lunes 10, cuando Rospigliosi lo señaló, en RPP, como uno de los que aconsejó al ministro Pedraza y al general Céspedes, el domingo 9, luego del programa de Cuarto Poder. Esa afirmación fue falsa. Ni Morán, ni Iván Vega, el otro mencionado, participaron en ninguna reunión con el ministro o Céspedes ese domingo.
Morán le contestó el día siguiente, martes, en la misma radio. Eso bastó para que Rospigliosi lo califique como “siniestro y oportunista”, listo para convertirse en “operador de un gobierno inescrupuloso”.
Conozco a Morán hace algunos años. Lo considero uno de los investigadores más solventes y capaces que haya tenido la Policía en los últimos quince o veinte años.
Fue jefe de análisis del GEIN hasta la captura de Abimael Guzmán. Luego, como jefe de inteligencia operativa contra el narcotráfico, dirigió las investigaciones en los casos de Fernando Zevallos, los Sánchez Paredes y Luis Valdez. Condujo también la investigación en el caso de los Petroaudios, en el del espía Ariza y organizó, entre otras acciones en ese ámbito, al grupo operativo que luego capturó a ‘Artemio’, el líder senderista en el Huallaga.
“Las afirmaciones tajantes sobre certezas totales y absolutas solo muestran un divorcio de la realidad que sería penoso si no fuera también dañino”.
Pese a haberse negado a que la información de inteligencia que controlaba fuera utilizada contra el entonces candidato Ollanta Humala, Morán salvó a duras penas de ser pasado al retiro el año pasado.
Hay, por desgracia, muchos policías mediocres y otros torcidos o corruptos. Pero también hay los que llevan a cabo investigaciones talentosas, solucionan crímenes complejos y mantienen, dentro de parámetros comparativamente aceptables, códigos de conducta y de honor. Son esos los policías más necesarios para el país y Carlos Morán destaca en ese grupo.
El ataque gratuito, calumnioso, calato de pruebas, es no solo tóxico y destructivo sino que, para utilizar de rebote las propias palabras de su autor, “ha manchado indeleblemente un largo recorrido”♦
(*) Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2288 de la revista ‘Caretas’.