A pocos minutos del inicio del 5 de abril, el presidente Pedro Castillo se encargó de añadir un involuntario pie de página al debate de filosofía de la Historia cuando decretó un improvisado toque de queda (disfrazado con el eufemismo de “inmovilización social obligatoria”) de 24 horas que ordenaba a la población de Lima y Callao a permanecer encerrados –de improviso y sin prevención alguna– en sus casas.
Ni siquiera los ministros (por lo menos la mayoría de ellos) que concurrieron al Consejo de Ministros ayer, sabían en qué iba a terminar. Tenían una agenda que no mencionaba ninguna discusión sobre la imposición de un toque de queda a Lima. El único punto referido a la situación era el “Proyecto de Decreto Supremo que declara el Estado de Emergencia en la Red Vial Nacional propuesto por el Ministerio del Interior”. Eso respondía de alguna manera a parte de lo que venía sucediendo en el país.
Aquí está la agenda:

Durante la sesión del Consejo todo indica que se dio información que llevó al inesperado desenlace nocturno.
Quien terminó explicando lo que pasó fue un inesperado, quizá involuntario, portavoz del evento: el congresista de la ultraderecha, Jorge Montoya.
Según la versión publicada por canal N en la mañana del martes 5, Montoya dijo que:

Los errores ortográficos no son atribuibles a Montoya.
El congresista añadió que: “Se tenía información que iban a saquear Lima, hay que tener cuidado con eso […] Realmente se tiene que tomar medidas drásticas, no sé si sea la mejor que ha tomado el gobierno, eso nos lo va a decir el tiempo”.
Esa información, cuando se expuso en el Consejo de Ministros el lunes 4, resultó convincente para el presidente Pedro Castillo. Así, al filo de la medianoche de una fecha cuya carga simbólica no era posible ignorar ni para alguien que acabara de retornar de vacaciones del planeta Ganímedes, Castillo anunció lo siguiente:

El decreto supremo fue también firmado por el premier Aníbal Torres; por el ministro de Defensa, José Luis Gavidia; el del Interior, Alfonso Chávarry; y el de Justicia, Félix Chero. Su relativo silencio subsecuente indica una limitada convicción.
¿De dónde surgió la información y por qué se tomó una medida tan drástica y general, cuando –en caso de ser cierta – acciones más puntuales y precisas hubieran resultado más eficaces, sin riesgo de provocar la tremenda indignación que se produjo en las horas siguientes? ¿Acaso se necesitaba algo más que una modesta inteligencia para predecirlo?
Hay indicios interesantes sobre cómo se produjo el descalabro.
Apenas se hizo público el decreto de toque de queda, los encargados de las comunicaciones en Palacio iniciaron una intensa movilización dirigida por una persona, Cristina Boyd, que había sido recientemente presentada a los encargados de la comunicación gubernamental.

Sucedió después de las últimas purgas entre los “comunicadores” de Palacio. Se abrió un nuevo chat con el siguiente mensaje inaugural:

Un título de cinco palabras de ese peso, sin contar las preposiciones, no se ignora sin peligro en los ámbitos inciertos de la burocracia pública: La nueva Coordinadora Principal de Prensa del Despacho Presidencial, Cristina Boyd, se puso de inmediato en acción desde antes de la medianoche y durante la madrugada, para “defender” la medida.
Un primer mensaje instaba a:

Que fue pronto remachado por otro, con instrucciones más precisas, aunque con errático lenguaje:

Y también con enfáticas recomendaciones operativas:

Por la mañana, Boyd siguió impartiendo instrucciones arengadas a los ministros a través de sus encargados de comunicación, con vehementes errores de tipeo:

Según fuentes con conocimiento directo de los hechos, Boyd y otros dos asesores de influencia (Henry Shimabukuro y Violeta Romero) hicieron el discurso que leyó Castillo hacia la medianoche, persuadido por la “inteligencia” de saqueos inminentes (“se la creyeron todita” dice una fuente). De acuerdo con las mismas fuentes el otro asesor, Biberto Castillo, intentó evitarlo pero, como estas apuntan, “ya no le hicieron caso”.
¿Cómo llegó Cristina Boyd a su posición actual? Poco antes de la pandemia fue nombrada, en abril de 2019, como jefa de comunicaciones de la dirección regional de Salud del Gobierno Regional del Callao.

Su interés por temas de inteligencia fue anterior a eso, como lo expresa el siguiente vídeo de una entrevista publicada en 2013.
Luego, en 2021 Boyd integró la Promoción 39 de un curso, el Cedeyac, [Curso Estratégico de Defensa y Administración de Crisis], organizado por la Marina, que fue descrito por ella misma, en entrevista con Peru21, como: “… tres meses de alta preparación a cargo de un grupo de selectos expertos y exponentes nacionales y extranjeros, […] sobre temas indispensables para la toma de decisiones y manejo de crisis sobre Seguridad y Defensa en un entorno Hemisférico, Ciberseguridad, intereses marítimos, y la simulación en el Centro de Entrenamiento Táctico Naval (CENTAC), donde nos pusieron a prueba en ejercicios Juego de Crisis sobre casos que comúnmente acontecen en nuestro país o en el mundo en el frente interno y externo”.
No es difícil entonces entender cómo resultaron coincidiendo el presidente Pedro Castillo con el congresista (y almirante en retiro) Jorge Montoya, en darle pleno crédito a la información de “inteligencia” y en coincidir en las “medidas drásticas” con las que, en cualquier caso, es difícil que Montoya esté en desacuerdo.
Las decisiones basadas en “inteligencia”, (por lo común en información secreta) pueden conducir a éxitos señalados o a fracasos memorables, dependiendo de la calidad de la información y del buen análisis sobre las acciones y consecuencias que resultan de ellas.
Lo del 5 de abril de 2022 quedará como uno de los mayores fracasos de decisiones basadas en “inteligencia” fallida o mal analizada.
Lo expresó bien uno de los muchos memes que produjo el día de indignación:

Y así fue.
Por la tarde, al percatarse una vez más de otra gran metedura de pata (quizá la mayor), Castillo dejó sin efecto la medida del toque de queda, bajo el impacto de la pronta movilización que antes que recuerdos de las protestas de 30 años atrás trajo los de las mucho más recientes de la breve presidencia de Manuel Merino.