El 22 de enero de 1993, el entonces encargado de negocios (DCM, en las iniciales en inglés) de la embajada de Estados Unidos en Perú, Charles Brayshaw, envió un cable secreto al Departamento de Estado, en el que reseñó la conversación con un visitante que poseía el tipo de información privilegiada sobre el tormentoso Perú de entonces, que Brayshaw necesitaba captar y transmitir a su gobierno.
Fue tan interesante y delicado lo que se habló que cuando el cable fue parcialmente desclasificado nueve años después, se le borró párrafos y páginas enteras.
Pese a ello, la información que quedó es todavía muy reveladora.
Además, como sucedió en otros casos, el trabajo del censor fue más extenso que meticuloso y si bien borró la información que se puede inferir más candente y comprometedora, se olvidó de borrar en alguna línea el nombre de la fuente.
Quien habló con el experimentado Charles Brayshaw fue el entonces general PNP Antonio Ketín Vidal, quien, apenas cuatro meses después de la captura de Abimael Guzmán, se encontraba en el pináculo de su prestigio nacional e internacional. En tanto se conocía entonces muy poco sobre la historia y la organización del GEIN, se le acreditaba a Vidal el mérito de la captura que había cambiado el curso de la guerra y llevado a la derrota de Sendero Luminoso.
Brayshaw, un diplomático experimentado, que había servido y continuaría luego sirviendo en puestos difíciles en naciones en crisis, fue uno de los representantes más notables entre los funcionarios que Estados Unidos envió a su embajada en Lima en esos años de violencia e incertidumbre. Casi todos tenían experiencia en guerras internas y conflictos irregulares. Desde Joseph McBride, que abandonó la embajada de Estados Unidos en Saigón trepando a un helicóptero desde la azotea, mientras el Vietcong y Vietnam del Norte conquistaban la ciudad; hasta, Steve McFarland, luego embajador en Guatemala, que trabajaba bajo un retrato de José Carlos Mariátegui en su oficina. Fue quizá el grupo más experimentado, interesante y en algunos casos pintoresco en servir en la embajada de Estados Unidos en Lima en muchos lustros. Así como ellos escriben sobre nosotros, creo que valdrá la pena recordar y retratar en el futuro a varios de ellos en conexión con los cables de Wikileaks y Bigwood que vayamos revelando. Pero ahora volvamos a la conversación entre Brayshaw y Vidal.
La censura del cable secreto cubrió, como vemos, hasta el sumario de la conversación. Pero quedó la opinión de Vidal de que “Fujimori comprende bien teóricamente la importancia de los Derechos Humanos, pero en los hechos está dispuesto a sacrificar principios para lograr una rápida victoria contra el terrorismo”. A Montesinos, Vidal lo describió como “consumido por la ambición”. Finalmente, Vidal dijo que el “equipo Fujimori/Montesinos” está poseído por una “obsesión por resultados rápidos que con frecuencia llevan a acciones políticas desacertadas (‘unwise’)”. La masacre de Barrios Altos, finalizó Brayshaw con un tono de seca ironía, era “demasiado caliente para [que Vidal se animara a] tocarla”.
Las dos primeras páginas del reporte de Brayshaw están borradas por el censor, excepto tres líneas al final, que revelan que parte de lo que se discutió fue, entre otras cosas, la práctica de torturas. “[él] veía esto como el mejor mecanismo de reclutamiento que tiene Sendero Luminoso. Cada persona abusada, dijo, resulta en 10 nuevos reclutas para SL”.
Brayshaw trató de espolear la elocuencia en Vidal utilizando argumentos polémicos. ¿Acaso Fujimori no había dado muestras de entender la necesidad de los derechos humanos? ¿No lo indicaba así en sus discursos? Claro que quizá no se hacía lo suficiente, ¿no pensaba Vidal que ese era un punto de vista correcto?
Luego de reconocer lo de la comprensión ‘teórica’ de los Derechos Humanos por parte de Fujimori, Vidal repuso que Fujimori está dispuesto a “tolerar cualquier método que le permita destruir a Sendero Luminoso y el MRTA dentro de su período de cinco años” [sic].
“El presidente” continuó Vidal en la versión de Brayshaw, “está convencido que la única manera de erradicar a Sendero Luminoso es por la eliminación física de los miembros de la organización; la política contraterrorista global del Gobierno así lo refleja”.
Vidal declaró que ese punto de vista era errado. Sendero, dijo, “es un movimiento con profundas raíces y no puede ser derrotado fácilmente (…) lo que se necesita es acciones políticas de largo plazo, no arreglos superficiales (‘quick fixes’)”.
Cuando Vidal se alistaba para retirarse, Brayshaw le preguntó cómo veía el papel de Vladimiro Montesinos en “los programas de contraterrorismo del Gobierno”.
Vidal dijo conocer a Montesinos desde [blanqueado por el censor]. Probablemente mencionó la Escuela Militar de Chorrillos donde ambos entraron como cadetes el mismo año antes de que Vidal decidiera pasarse a la entonces Policía de Investigaciones.
Mencionó Vidal también que Montesinos trató de “asociarse al poder desde muy temprano”, y dijo no conocer la razón por la que fue expulsado del Ejército en 1976.
Una vez en libertad y con el título de abogado, contó Vidal, “Montesinos se enfocó en una sola cosa: el Poder, político y económico. (…) eso lo llevó a los narcotraficantes, que siempre pagaban bien”.
Vidal prosiguió contando, desde el cercano conocimiento que su estrecha relación con Montesinos le había permitido tener, las partes más conocidas de la biografía de Montesinos: su camino de la infamia al poder a través de un fiscal de la Nación (Denegri) corrupto, mediante el cual pudo utilizar la Fiscalía en el encubrimiento de la masacre de Cayara, para volver al Servicio de Inteligencia y de ahí a convertirse en asesor de Fujimori en 1990 a quien, dijo Vidal, Montesinos le ofreció el Ejército “como su base política”.
Elocuente y desinhibido por un momento, “[Vidal] describió a Montesinos como una persona lista y hábil [‘a clever and able man’], con muchas ideas pero sin concepción estratégica. Él se orienta a la acción, quiere que las cosas se hagan rápidamente”.
“En esto” dijo Vidal, “ Fujimori y Montesinos son casi idénticos. Al enfrentar el problema de Sendero, ellos lanzan ideas al problema sin pensar en las consecuencias o tener una visión estratégica”.
“[Vidal]” observó Brayshaw, “claramente no tiene una alta opinión … del equipo Fujimori/Montesinos”.
Otra característica clave de Montesinos, dijo Vidal, era “los celos extremos en su relación con el Presidente. [Montesinos] no quiere que otra persona disfrute del acceso que él tiene y sistemáticamente impide que los contendientes para el [acceso a] el proceso deliberativo del Presidente [‘thinking process’] puedan contactarlo”.
Vidal –quien presumiblemente fue uno de los afectados por los celos de Montesinos, junto con, por ejemplo, Hernando de Soto– consideró que eso era “altamente peligroso, principalmente porque Fujimori se lo ha permitido. El régimen, por eso, queda amarrado a los cálculos de corto plazo y las improvisaciones políticas que ambos desarrollan”.
En ese momento, Brayshaw le hizo la pregunta más importante de esa conversación a Vidal. Recordando la discusión previa sobre la opinión real de Fujimori sobre los derechos humanos, Brayshaw le preguntó cuál era el “significado de [la masacre de] Barrios Altos y si Montesinos tenía vinculación con ella”.
Ahí se acabó la elocuencia de Vidal. “Ese es un asunto muy sensible” dijo, “quizá pueda ser discutido en alguna otra ocasión”.
Algo más agregó, porque las siguientes dos páginas, hasta el final del documento, están completamente borradas.
La fecha prevista de desclasificación del documento es el 29 de enero de 2019.
Mañana: la controvertida trayectoria de Ketín Vidal. ¿Cuál fue su relación con Montesinos?