José Américo Spinola llegó hoy con el brazo en cabestrillo al interrogatorio frente a fiscales peruanos en Curitiba. La fractura en el brazo fue la razón por la que no pudo asistir el mes pasado a las múltiples y reveladoras diligencias con ex altos funcionarios de Odebrecht.
Su entonces postergado testimonio, que hoy finalmente se llevó a cabo en un lapso relativamente corto, si se lo compara con las maratónicas sesiones de febrero, tuvo un interés especial: A tenor de lo que dice un solemne documento firmado por él y Alan García, Spinola contrató a este para dar una conferencia a la FIESP de Sao Paulo el 25 de mayo de 2012 y pactó pagarle 100 mil dólares por ella, cosa que hizo menos de dos meses después.
Imaginemos que ustedes no hubieran leído la investigación que publicó IDL- Reporteros el 15 de noviembre pasado (“Alan García y la Caja 2”), ni nada de lo que sucedió luego. Y supongamos que en esa inocente condición hubieran podido estar presentes en la declaración que Spinola dio hoy lunes 11 de marzo, en Curitiba.
Se hubieran sorprendido.
¿Qué dijo Spinola hoy?
Que firmó un contrato ficticio para, según dijo Marcos Grillo el mes pasado, y confirmó hoy Spinola, simular una fuente de pago diferente a la real.
“Actué como un instrumento por cuenta y orden de Odebrecht”, dijo Spinola.
Tanto así que, como testificó, no habló nunca con Alan García. Ni antes del contrato ni durante la supuesta negociación de este, ni después tampoco. Que no solo no habló sino tampoco negoció nada con él. Ni por correspondencia ni de otra forma tampoco.
Que toda la documentación que firmó tuvo fecha anterior al momento en el que él recibió la propuesta de simular un contrato. El contrato y el pago no reflejaron en nada la realidad de los hechos. Su propósito fue, al decir de una fuente presente en la diligencia, “crear un contexto falso de formalidad corporativa para normalizar el pago [a García] ante los bancos”.
Confirmó no haber hablado siquiera con Jorge Barata al respecto. Que fue Marcos Grillo quien, primero en una visita personal a su estudio legal y luego a través de mensajes electrónicos en el sistema Drousys (revelados por IDL-Reporteros en “Alan García y la Caja 2”).
Spinola contó que fue la primera vez que él hacía un ‘contrato’ de esa naturaleza. Dijo que trabajó en el pasado en Odebrecht pero que luego pasó a hacerles consultorías como un asesor externo que recibía una nada desdeñable mensualidad de esa corporación.
Su principal función era ayudar, sobre todo, a ahorrarle dinero a Odebrecht en las transacciones financieras, especialmente en las de la Caja 2, tanto en la llamada Generación de Recursos [ilegales], a cargo de Marcos Grillo; como en la oficina de Operaciones Estructuradas, la de los pagos de coimas, bajo la responsabilidad de Hilberto Silva, Fernando Migliaccio y Luiz Eduardo Da Rocha Soares.
Por eso, su primera reacción ante la propuesta de Marcos Grillo, de hacer como que su estudio le hubiera pagado a García, fue sugerir un esquema de pagos offshore, como solían hacer, lo que les ahorraría dinero.
Pero Grillo le dijo que el pago tenía que aparecer como contratado y hecho en Brasil y que por eso había pensado en él. Que su comisión iba a ser de 15 mil dólares.
Spinola dijo que él “infelizmente” aceptó e hizo lo que le pidieron que haga: el contrato simulado, con cláusulas evidentemente falsas y el recibo también con fechas anteriores a la conferencia.
Odebrecht, dijo Spinola, le pagaba 60 mil reales brasileños mensualmente. En la fecha del pago ingresaron más de 300 mil reales adicionales a su cuenta, con la que pagó los 100 mil dólares a Alan García. Nunca antes, dijo Spinola, nunca después. Una auditoría básica permitiría reconstruir toda la ruta del dinero en ese caso.
“Fui un instrumento” reiteró Spinola, usado para disfrazar el origen de un pago hecho por Odebrecht pero que a la vez pudiera presentarse como formal en todo el resto. Hasta en el pago de impuestos. La simulación requería tributar.
El abogado de Alan García, Erasmo Reyna, que interrogó a Spinola cuando el fiscal José Domingo Pérez terminó de hacerlo, buscó que el testigo aceptara que había sido un intermediario y que los 15 mil dólares que le pagaron, fueron sus honorarios.
Ese fue un momento de cierta tensión en la diligencia. José Domingo Pérez intervino para remarcar que ya Spinola había descrito con claridad su papel de ‘instrumento’ de Odebrecht. El procurador federal [fiscal] brasileño, Orlando Martello, que dirigía la reunión, también precisó que si ya había un testimonio inequívoco, era improcedente presionar al testigo para que lo cambie.
La respuesta más clara vino del propio Spinola. El intermediario, dijo, conecta a “dos puntas”. A dos o más personas, instituciones, o una combinación de ellas. Pero él, Spinola, no pudo ser intermediario porque ni siquiera conoció a Alan García. ¿Cómo conectar lo que no se conoce? Él solo fue, insistió, “un instrumento» del pago de Odebrecht.
Como instrumento recibió una orden, la cumplió y recibió una comisión por hacerlo.
La abogada de Spinola, Paula Sion, amplió el concepto. Según ella, su cliente fue un instrumento de pago y su papel fue pasivo. “Él no puede afirmar ni negar si hubo o no algo más detrás de esa conferencia”. Su cliente fue, dijo un instrumento pasivo.
Como “instrumento pasivo” Spinola firmó un contrato que, él sabía, contenía información falsa. Y, al disfrazar los hechos, dio apariencia de legalidad a una conferencia que ya se había hecho, dictada por una persona [García] a la que no conocía y que luego tampoco conoció, a una entidad, la FIESP, con la que tampoco tuvo relación.
Con esa parte de la historia ya clara y verificada, las investigaciones deben proseguir en los otros ámbitos por aclarar.
¿Quién conoce por qué se hizo todo ese esfuerzo de disfraz y disimulo? La respuesta ha adquirido ya la ubicuidad de un mantra equívoco.
Barata sabe.
¿Barata hablará?
Se supone que sí y que relativamente pronto. La penúltima semana de abril, según se mire el proceso, está cerca, pero es una corta distancia preñada de peligros. Abrir el mantra para que emerja la madre de todos los testimonios es ahora una posibilidad real, pero todavía no una certeza. Mucho está en juego y no se necesita clarividencia para saber que mucho pasará hasta entonces.