Por Gustavo Gorriti.- Últimos párrafos de la entrega anterior El coronel Cabrejo, de la SUAT, dispuso que los policías a su mando patrullen en dos grupos. Él se hizo cargo del menor mientras que el más numeroso (con dos camionetas y 13 efectivos en ambas) fue puesto al comando del capitán Mario García. Este patrulló la zona de Grocio Prado. A las siete de la noche, según declaró (igual que sus compañeros) el policía SUAT Teófanes Sánchez, “cuando nos encontrábamos por el distrito de Grocio Prado, se obtuvo información por parte de lugareños quienes nos indicaron que habían visto un vehículo Tico con varias personas en su interior y que ha [sic] toda velocidad habían tomado una ruta hacia un fundo desolado. El capitán García, al mando de la primera camioneta enrumbó hacia el lugar por un camino de trocha, seguido por la segunda camioneta al mando del teniente Alexis Rodríguez, como unidad de apoyo”.
El secuestro
El secuestro había ocurrido cerca de las 6:45 pm. Y los acontecimientos que desembocaron en él empezaron apenas un par de horas atrás. Josué Candiote terminó su jornada de trabajo en el Centro de Distribución de Fideos Don Máximo, de la Corporación ADC, de Cañete, poco después de las cinco de la tarde. Era un administrador de reciente nombramiento (en enero de ese año), con un sueldo de 2 mil 300 soles, una de cuyas principales tareas era la recaudación por las ventas de productos de consumo masivo. La cobranza ese día había sido de cerca de 30 mil soles.
Dejó el dinero guardado “en dos sofás de la oficina” y cerró el negocio acompañado por un auxiliar y un policía en retiro que servía de seguridad. Le pidió luego al ex policía que lo lleve a embarcarse en un autobús Soyuz, para regresar donde su familia, en Chincha. Candiote bajó en la agencia Soyuz de Chincha antes de las siete de la noche. Caminó media cuadra, llamó a su hermana Saida Candiote anunciando su llegada y contrató un mototaxi, al que pidió que lo llevara al asentamiento Los Álamos, de Pueblo Nuevo. En el camino hizo lo que hace medio mundo, incluso antes de la llegada de Pokemon: mirar su celular.
El tico y el mototaxi
El conductor del mototaxi: Víctor Andrés Sotelo había, en efecto, aparcado su Bajaj frente al restaurante “Caldos el Rey”, cuando Candiote [a quien él no conocía], le contrató “la carrera” por 2 soles 50 céntimos. En el camino, “llegando a la calle Unión un vehículo auto Tico de color guinda me quiso cerrar el paso, pensé que el Tico estaba apurado por lo que no tomé importancia”. Apenas pararon frente a la casa de Candiote, según recordó Sotelo,“el Tico nos pasa y se para en mi adelante [sic], de donde bajaron cuatro sujetos todos con arma de fuego Pistola [sic], dos de ellos tenían una pistola cañón corto y los otros dos pistolas de cañón largo, uno me puso el arma en la cabeza diciéndome que no haga bulla y me callé y me quitó la llave así como mi billetera conteniendo en su interior mi DNI […] mientras que los otros tres rápidamente abrieron la puerta de atrás y bajaron al pasajero y lo jalaron abordándole al auto [sic] Tico y los sujetos también subieron y se lo llevaron al pasajero”. Un rato después, Sotelo se percataría de que el celular del secuestrado se había quedado en el asiento de su mototaxi. Se fue de inmediato a hacer la denuncia policial. Candiote acababa de pagar el pasaje a Sotelo cuando se vio encañonado junto al conductor “amenazándonos con palabras soeces ‘con que eres cachero’…” sin precisar la relación que tenían sus presuntas actividades pélvicas con la violenta situación. Jaloneándolo, lo metieron en el asiento derecho trasero del Tico, mientras los demás también se embutían adentro y ponían en marcha al sobrecargado vehículo. “…Uno de ellos me abrazó del cuello con una mano y con la otra me apuntaba con el arma de fuego, cuando intenté levantar la cabeza me tiró un cachazo en la cabeza [sic], por lo que empecé a sangrar, al ver ello me pusieron una chompa color beige sobre la cabeza”. El viaje duró, en el conmocionado recuerdo de Candiote, “unos seis minutos”. En el trayecto escuchó, según declaró horas después, que uno de los secuestradores recibió una llamada en su celular y respondió: “aquí está el pescado, ya lo tenemos”. Otro, amenazándolo con el arma, le dijo: “tienes la llave, sabes los códigos, el de los fideos”. Para Candiote, como dijo luego, el recuerdo fue instantáneo: El 22 de marzo de ese año su oficina en Cañete había sido asaltada. “Entraron a robar al Centro de Distribución Corporación ADC SAC [a la cual pertenece ‘Fideos don Félix’] fecha en la cual ingresan [sic] cuatro sujetos con armas de fuego, quienes me obligaron a decirles donde se encontraba la caja fuerte y la clave, entonces por las amenazas tuve que darles la clave, pero al no poder abrir, me obligaron a que yo lo hiciera”. lEse día los asaltantes robaron 26 mil soles. Empleado en enero, asaltado en marzo, secuestrado en septiembre, Candiote sospechó de inmediato que sus captores eran los mismos que habían robado en marzo. Temiendo por su vida, prometió colaborar. Luego de los estimados “seis minutos en el interior del vehículo” el Tico “se detuvo en una zona descampada y oscura, donde me bajaron, entonces atiné a echarme al suelo, pero me levantaron, en ese momento yo les pregunté ‘me tiro al suelo [o] camino’ y me respondieron ‘camina’, entonces procedí a dar unos seis a ocho pasos, en ese momento aparecieron efectivos policiales…”.
El combate
Las dos camionetas de la SUAT avanzaron por la trocha y en muy poco tiempo, en la “zona descampada” y en plena oscuridad, la luz de los faros del primer vehículo les permitió distinguir el Tico. Hay testimonios que mencionan dos autos. Según Teófanes Sánchez, “al divisarnos los sujetos […] rápidamente descienden del mismo en diferentes direcciones y empiezan a efectuar disparos con armas de fuego motivo por el cual tuvimos que hacer uso de nuestras armas, haciéndoles una envolvente conjuntamente con mi jefe de grupo […] guiados por los fogonazos de los disparos hechos por los presuntos delincuentes”. El combate ha sido descrito por todos sus participantes como intenso pero breve. Cuando terminó, el “personal SUAT” encontró tres [muertos] y un herido. Este último fue evacuado por ellos al hospital en una de las camionetas. A la vez, los SUAT encontraron al secuestrado, a quien esposaron –como parte del procedimiento estándar del control de un escenario de confrontación- auxiliaron y sacaron de la zona de combate.
El capitán PNP Mario García relató, en su declaración fiscal al día siguiente, que luego de haber recibido la información de los pobladores, “nos dirigimos hacia la zona, para identificarlos, cuando pudimos ver que varios sujetos descendieron de los vehículos sospechosos, por lo que nos identificamos gritando Policía [sic], y recibimos como respuesta disparos por parte de los sujetos que antes habían descendido de uno de los vehículos sospechosos, por lo que realizamos una envolvente [sic] para repeler el ataque […] en esas circunstancias yo entro en contacto con uno de los presuntos delincuentes comunes que portaba un arma de largo alcance, la cual hizo uso en contra de los efectivos policiales realizando disparos, por lo que procedió a su neutralización” [es decir, lo abatió]. Mientras García se acercaba, según su testimonio, al delincuente abatido, “percatándose también […] que se encontraba con el torso desnudo” y le retiraba el arma, vio “de forma paralela […] el resto del personal SUAT, también tuvo que repeler los disparos que realizaron los presuntos delincuentes comunes, pudiendo divisar que algunos delincuentes procedieron a darse a la fuga, algunos corriendo y otros abordando un vehículo del cual por la oscuridad de la noche no puedo expresar sus características”. El suboficial PNP Miguel Ángel Espinoza, un veterano de 10 años en la SUAT, estaba en la misma camioneta que el capitán García y declaró haber visto también “unos vehículos” y no solo el Tico. “Al escuchar los disparos” declaró al mediodía del día siguiente, el 21 de septiembre, “descendí de la camioneta por el lado izquierdo haciendo disparos a la zona de los fogonazos, toda vez que la zona carecía de luminosidad”.

El suboficial Jorge Luis Requejo, con 16 años de servicio en la PNP y con especializaciones de ‘asaltero’ y francotirador en la SUAT, también vio, como testificó en su declaración del día siguiente: “…la presencia de unos sujetos que descendían de unos vehículos con armas de fuego en la mano”. En el combate: “descendí de la camioneta haciendo disparos hacia la zona de los fogonazos toda vez que la zona carecía de luminosidad, es en ese momento que me percato la [sic] huida de dos vehículos cuyas características no pude apreciar por la falta de luz”. El suboficial superior Wálter Quiñones –quizá el policía más veterano del grupo- con 28 años de servicio en la PNP y 16 en el SUAT, iba también en la primera camioneta, en el asiento trasero. Su recolección, tomada a las 9 de la mañana siguiente a la noche del enfrentamiento, es la más clara y detallada. Luego de haber patrullado “por toda la ciudad de Chincha”, Quiñones indica que “a las 19:05 [7:05 pm] “recibimos información por parte de moradores que dos vehículos desconocidos habían ingresado a toda velocidad con varios sujetos sospechosos en el interior con dirección a un fundo desolado”. Tomaron “esa dirección llegando aproximadamente en diez minutos”. Al llegar “logramos divisar un vehículo modelo Tico”. Cuando salieron las personas que estaban dentro del pequeño vehículo, “comenzaron a hacer disparos en contra nuestra, motivo por el cual respondimos a dichos disparos, guiándonos por el fogonazo de emanaban [sic] de sus armas”. Quiñones y Espinoza salieron por el lado izquierdo de la camioneta; García y Sánchez por la derecha”. En plena “acción táctica nos íbamos acercando hacia una persona que pedía auxilio”. Se trataba de Candiote, a quien los suboficiales Requejo y Ramírez “por su seguridad y [para] resguardar su integridad física se le condujo a un lugar seguro para evitar fuego cruzado, es ahí en donde [sic] por su seguridad y la nuestra se le colocó grilletes de seguridad ya que este estaba alterado y nervioso, llorando y sangrando y pidiendo que lo ayudáramos, mientras el resto del equipo continuaba con la operación”, según dijo Requejo, en su manifestación. En cuanto terminó el enfrentamiento, Quiñones llevó al delincuente herido al hospital, en una de las camionetas. En el camino se encontraron con el coronel Guillén y le pidieron a un policía local que les ayudara a encontrar el hospital. Acompañados por el suboficial de Chincha que los orientó, llegaron al hospital, donde un médico constató el fallecimiento del herido.

El coronel Ricardo Guillén, de la oficina regional de inteligencia de Ica, se enteró del enfrentamiento por un mensaje del coronel Cabrejo cerca, según dice, las 7:10 pm. Se trasladaron primero a la comisaría de Grocio Prado “para más o menos ubicar la zona” y luego de hacerlo entraron por el “camino carrozable”. Ya en él se encontraron con una camioneta SUAT que iba en sentido contrario. Pararon y los del SUAT inquirieron “dónde quedaba el hospital, para llevar a una persona y por eso dispuse que el Sub Oficial Díaz para [sic] que lo conduzca hacia el Hospital”. Siguieron a pie y llegaron junto con vehículos de la “Unidad de Secuestros y de la DIRIN, y cuando ya llegamos al lugar, vimos que personal de SUAT tenía aislada la zona, y se apreció que el lugar es una zona de chacra totalmente oscura, no habían postes de alumbrado, era totalmente oscuro, y vimos que en el suelo estaban tirados tres cuerpos que estaban en el mismo camino, los cuerpos estaban separados, pero ya no dejaba ingresar el personal de SUAT, ya en esas circunstancias el coronel Roncalla me pide que comunique al Fiscal y me dirigía la comisaría de Grocio Prado”. El coronel Roncalla, de la División de Secuestros, de Lima, indica que llegó al lugar de enfrentamiento “llamado Fundo Colorado” unos “25 minutos después” de recibida la primera información de desplazamiento del SUAT hacia lo que terminó en combate. “Lo primero que pude advertir” dijo Roncalla “fue que en ese lugar hay una escasa iluminación, lo único que alumbraba en ese lugar eran las luces de los faros de los vehículos policiales”. Luego de unos diez minutos, “personal de SUAT nos precisa que el agraviado del Secuestro estaba a buen recaudo, sentado detrás de una pared”. Y entonces la División de Secuestros se hizo cargo de la víctima liberada y de las investigaciones.
Poco antes, la hermana del secuestrado, Zaida Candiote, recibió la información de un pariente de que habían secuestrado a una persona en la puerta de su casa. Inquieta, llamó al celular de su hermano y le contestó el conductor del mototaxi, Víctor Andrés Sotelo, quien le confirmó el secuestro. Ambos sentaron la denuncia con la Policía, Zaida Candiote lo hizo a las 9:20 pm, sin saber que su hermano ya había sido liberado. (Lea aquí la última entrega).