Entre la segunda parte del año 2021 y la primera parte del año siguiente, las alrededor de 200 personas que depositaron sus fondos o ahorros en Óptima Inversiones Perú SAC, controlada por Óscar Flores Lama, supieron que habían perdido todo el dinero invertido.
Flores había esfumado 70 millones de soles en lo que fue un esquema piramidal, descrito en la primera y segunda entrega de este reportaje.
Lo sorprendente de esta estafa, como se reveló en las entregas previas, no se dio tanto en su modalidad como en buena parte de sus víctimas. Hubo dos tipos de ellas.
Un primero agrupó a gente con, se supone, conocimiento y experiencia financieros. Personas como Piero Ghezzi (exministro de la Producción), Alonso Segura (exministro de Economía y Finanzas), Gianfranco Castagnola (presidente ejecutivo de Apoyo Consultoría y presidente del directorio de AC Capitales SAFI), Elena Conterno (miembro del directorio del Scotiabank y Profuturo AFP), Federico Oviedo (exgerente general de la Bolsa de Valores de Lima), entre otras.
Un segundo incluyó, en grados y formas diversos, a personas con limitado conocimiento financiero, que invirtieron, en varios casos, ahorros cruciales en lo que les pareció un esquema seguro de inversión… convencidos en gran parte por los nombres del grupo anterior.
El impacto de la estafa fue muy diferente entre ambos grupos… si no se toma en cuenta el impacto en la autoestima, que quizá haya sido considerable en quiénes, debiendo saber, descuidaron la debida diligencia.
En casi todos los casos, las pérdidas en el primer grupo, aunque considerables, no fueron vitales. Se produjeron dentro de portafolios diversificados de inversiones que ayudaron a amortiguar y disipar el impacto de la estafa.
En el segundo grupo, sin embargo, algunos de cuyos integrantes habían invertido los ahorros de toda una vida o los fondos de jubilación, la estafa representó en varios casos un impacto brutal. Alguna tuvo que luchar para liberarse de pensamientos suicidas recurrentes. Otros tuvieron que efectuar, bajo la opresiva e impotente sensación del despojo y el súbito empobrecimiento, ajustes radicales, hacia abajo, en sus gastos, en sus modos y espacios de vida.
En ese grupo estuvieron y están las principales víctimas de la estafa.
En medio de ella, como suele suceder en naufragios caóticos, ocurrieron las carreras hacia los entrevistos botes salvavidas y a todo aquello que representara alguna flotabilidad.
Los que iniciaron con ventaja esa etapa fueron los financistas estafados. Conocieron antes la realidad de los hechos, pudieron actuar con mayor rapidez y tomar decisiones anticipadas a las del resto de afectados.
Y, como se sabe, la supervivencia sin liderazgo puede provocar desde acciones contradictorias e injustas hasta inspiraciones salvadoras.
Esta tercera y última entrega se centra en ese periodo, que fue decisivo para lo que ocurre hoy: desigual esfuerzo de los inversionistas por recuperar su dinero perdido en estafas privadas pero con consecuencias crecientemente públicas.
La toma de control de C.I.C.A.
Estamos en los meses de agosto y septiembre del año 2021.
Óptima Inversiones Perú SAC había dejado de pagar intereses a algunos inversionistas, mientras otros todavía seguían cobrando.
Óscar Flores y la asesora financiera Rosario Díaz proseguían captando nuevos clientes mientras persuadían a algunos que ya lo eran para que inviertan más dinero en lo que constituía ya en ese momento un inequívoco esquema ponzi, piramidal.
En setiembre ambos viajaron a Panamá. De acuerdo con sus reportes migratorios, partieron el 22 de ese mes; Flores volvió el viernes 24, mientras que Díaz retornó el lunes 27. Dos meses después viajaron de nuevo a Panamá, juntos a la ida y al regreso, del 11 al 15 de noviembre.
La pirámide se agrietaba, pero Óscar Flores ampliaba su rango de empresas. Además de ser gerente general de Óptima Inversiones Perú SAC, también lo era en Óptima SAFI, Óptima Factoring; y en la compañía de servicios mineros C.I.C.A. Ingenieros Consultores Perú SAC, a la que Óptima Inversiones Perú SAC había prestado alrededor del 50% de los fondos.
Flores era gerente general de C.I.C.A. desde mayo de 2016, de acuerdo con registros públicos, y es, hasta hoy, accionista mayoritario de esa compañía, con el 53% de las acciones.
Cuando Piero Ghezzi, el mayor inversionista en Óptima Inversiones Perú SAC, sintió los primeros síntomas de alarma, detectó que había mucha concentración de préstamos a C.I.C.A., acordó con Flores que él, Ghezzi, pasaría a ser acreedor directo de la empresa de servicios mineros.
Pasó su inversión en dólares, que era de un millón 400 mil, como una deuda directa de C.I.C.A; y se quedó como inversionista de Óptima Inversiones Perú SAC únicamente con su inversión en soles, que era de alrededor de 3 millones 100 mil. “La mejor manera de controlar a C.I.C.A.”, dijo Ghezzi durante una entrevista para este reportaje, “era tener una exposición directa a ella. Los partícipes [inversionistas] no teníamos ningún control directo sobre C.I.C.A. Habíamos puesto dinero en los distintos fondos que le habían prestado a C.I.C.A. pero los fondos eran gestionados por Óptima, es decir por Óscar Flores”.
Con ello Ghezzi buscaba tener un margen de acción sobre Flores. Sobre todo teniendo en cuenta que C.I.C.A., a diferencia de las otras compañías, producía dinero: prestaba servicios reales y cobraba por ellos.
De acuerdo con la versión que Flores dio a algunos inversionistas en ese periodo, Óptima Inversiones había prestado alrededor del 50% de sus fondos a C.I.C.A. durante la pandemia. El resto, dijo, una parte se había perdido y la otra se había destinado al pago de rescates.
Hacia mayo del 2022, Ghezzi protestó el pagaré y le exigió a Flores ingresar a la compañía, con un contador, para revisar el estado real de C.I.C.A. Para ese momento, la mayoría de inversionistas había dejado de percibir el pago de intereses. Poco tiempo después el esquema piramidal colapsaría y todos dejarían de recibir los intereses generados por sus inversiones.
Unos meses después, en agosto, Ghezzi impuso varias condiciones a Óscar Flores. Una de ellas fue que suspendiera cualquier pago de intereses a los otros inversionistas, cuyo origen fuera el dinero obtenido a través de C.I.C.A.
“C.I.C.A. era un deudor de Óptima, y como deudor de Óptima, C.I.C.A. debía devolverle el dinero. Pero una empresa de servicios como C.I.C.A. requiere capital de trabajo (principalmente para compra de materiales y pago a trabajadores), y entre los rescates de algunos partícipes más el pago de dividendos, habían asfixiado a C.I.C.A. en su capacidad financiera. Entonces CICA no tenía capital de trabajo, y estaba muy atrasada con sus trabajadores y proveedores. Ello a su vez había generado nerviosismo entre los clientes de CICA. Había que ponerle pare a eso. Se estaba matando a la gallina de los huevos de oro”.
Lo que no estaba claro es si la presunta gallina era ponedora o no; y, de serlo, qué tipo de huevos pondría. Y, si resultaba que ponía huevos de 18 kilates, cómo se repartía el producto de la venta.
C.I.C.A., para seguir el estilo empresarial de Flores, acumulaba deudas impagas a proveedores y con sus propios trabajadores. Además, Óscar Flores, que había obtenido préstamos personales con el BBVA Continental por alrededor de 400 mil dólares y un millón 200 mil soles, había puesto como aval a C.I.C.A. Como no pagaba, existía el riesgo de que el banco ejecutara la garantía.
Flores aceptó dejar de pagar a los inversionistas; pero pagó algunos rescates gestionados por unas pocas personas y también abonó intereses a otras con los fondos de C.I.C.A.
El precario salvavidas
Con el colapso de la pirámide y el naufragio de Óptima en curso, Ghezzi se reafirmó en que la única forma de recuperar el dinero era a través de C.I.C.A.
Hacia octubre y noviembre del 2021, Ghezzi había integrado un grupo pequeño de los inversionistas defraudados pero con conocimiento experto, para lograr estabilizar a C.I.C.A., a fin que “como una empresa rentable con capital de trabajo (… ) [pudiera] volver a pagarle intereses a los partícipes”.
En esa etapa inicial participaron Federico Oviedo (exgerente general de la Bolsa de Valores de Lima), Ernesto Balarezo (CEO de Sierra Metals), Gianfranco Castagnola (presidente ejecutivo de Apoyo Consultoría), Lizardo Miranda (socio de Apoyo Consultoría) y Alberto Pasco Font (exjefe de gabinete del MEF). Después se sumarían otras personas, entre las cuales figura Milagros Arboleda, quien ha estado a cargo de las coordinaciones y comunicaciones con el resto de inversionistas.
Había un problema, sin embargo: C.I.C.A. seguía teniendo un dueño, Óscar Flores. Pese a ello, los esfuerzos por fortalecer a C.I.C.A. continuaron, con acciones que por lo menos parecían contraintuitivas.
Lo primero fue que, para fortalecer a C.I.C.A. había que invertir en ella. Es decir, que para tratar de recuperar el dinero estafado, había que meter más dinero.
Una de las primeras acciones fue recaudar, dentro del grupo de inversionistas, 100 mil dólares como capital inicial de salvataje. Abrieron el pedido de fondos a los inversionistas a través del grupo de Whatsapp ‘CICA- Fideicomitentes’, que integró inicialmente a más de 70 inversionistas.
Lo consiguieron. Los que aportaron además de los arriba mencionados, fueron José de Vivero Costa, Luis Enrique Bedoya, Gustavo Kanashiro y Alejandro Rubio.
Hubo luego más acciones de recaudación.
El plan era poner en marcha a la compañía, para que, una vez estabilizada, pudiera empezar a pagar intereses a los inversionistas.
Elaboraron una propuesta de reestructuración a través de un fideicomiso, para que los inversionistas pudieran hacerse de la compañía y Flores saliera de esta. En ella trabajaron Rómulo de la Vega, de la consultora financiera Asesorandes y el abogado Jose Delmar.
¿Qué le parecía el plan a Flores? Sin su colaboración, no era realizable. Flores era accionista mayoritario de la compañía, a título personal con 53% de las acciones; y el otro 47% lo tenía el Fondo Opportunity, manejado por Óptima Inversiones Perú SAC, de Flores. Es decir, dueño al 100% de C.I.C.A.
Negociaron con quien los había estafado. Al final, Flores aceptó dejar la gerencia general de la compañía en agosto del año pasado, pero no aceptó la propuesta del fideicomiso.
¿Qué incentivo podía tener Flores para ceder su propiedad, si los inversionistas a los que había estafado, estaban logrando, con sus propios recursos, salvarle la compañía?
Hubo otro factor que entonces acomodó a Flores. La mayoría de los inversionistas con posiciones importantes en el sector privado buscaban mantener el escándalo en reserva, por la vergüenza y el impacto “reputacional” que tendría si se llegaba a hacer público. A nadie le gusta aparecer como tonto, por decirlo de una manera amable, y menos si la vida profesional está en el área de las finanzas.
Durante este reportaje, algunos de esos inversionistas intentaron persuadir a los inversionistas de a pie, (los que invirtieron sus ahorros y pensiones de jubilación), de evitar hacer público este caso, con el argumento de que eso pondría en riesgo la recuperación de los fondos de inversión a través de C.I.C.A., y que, además, todo lo ocurrido correspondía al ámbito privado.
Luego del fracaso de la idea del fideicomiso, este año se planteó un nuevo plan: desarrollar una estructura de capitalización para que los alrededor de 200 inversionistas estafados se conviertan en accionistas de C.I.C.A., mientras Flores desaparezca como accionista. La idea surgió de dos empleados de C.I.C.A., uno de los cuales es su actual gerente general, César Tasilla, quien entró en reemplazo de Flores.
Siete inversionistas se reunieron en C.I.C.A. con Tasilla y aprobaron el optimista plan. Estuvieron Ernesto Balarezo, Federico Oviedo, Milagros Arboleda, Alberto Pasco Font, José de Vivero, Lizardo Miranda y Piero Ghezzi. También participaron Rómulo de la Vega, de Asesorandes, y el abogado Jose Delmar.
El lunes próximo, once de setiembre, De la Vega y Delmar se reunirán con Flores para plantearle la propuesta de muy incierto resultado. Hasta ahora, Óscar Flores no ha dado señales ni de querer desprenderse de C.I.C.A. ni de colaborar con medidas para que los inversionistas estafados puedan, en el largo plazo, recuperar por lo menos un porcentaje del dinero perdido.
Ha pasado más de un año y medio desde que las alrededor de 200 personas perdieron su dinero. Las vidas de algunos inversionistas empeoraron dramáticamente a raíz de la estafa y no logran, hasta hoy, recomponerse.
En lo que va de este año, han sido presentadas al menos siete denuncias contra Flores ante la Fiscalía. Representan una vaga esperanza punitiva mientras ni las semanas ni los meses terminan de abrir posibilidades concretas para la recuperación del dinero estafado. En las historias y fábulas urbanas la estafa con el cuento del tumi de oro representa el caso típico del robo a pánfilos incurables, ingenuos sin remedio. Pero esta estafa (y al parecer hay otras similares, aunque con más carácter de boutique) demuestra que el tumi de oro se vende en todas partes, y que el flautista de Hamelin toca frente a las bolsas de valores. Todo está en presentarlo como el “producto” financiero de moda, con unos puntos más de rentabilidad, para que, como sucedió, los “expertos” jalen a la masa e inicien la procesión hacia la pirámide más cercana.
(*) Nota de redacción: Este texto fue modificado el 11 de setiembre, a las 7:33 de la mañana. Esta modificación se realizó sobre una precisión de Piero Ghezzi respecto a sus declaraciones originales, con relación a las fecha de protesta del pagaré y de la exigencia a Óscar Flores de suspender el pago de intereses a los inversionistas.