Hace quince años, IDL-Reporteros publicó su primera nota. Fue, como ocurrió luego con la gran mayoría de las notas publicadas a lo largo de esos años, una investigación periodística que ha enfrentado con solvencia el escrutinio del tiempo.
En aniversarios pasados, he resumido las principales investigaciones efectuadas, el impacto que tuvieron, la creciente relevancia del periodismo de investigación en publicaciones sobre todo digitales sin fines de lucro, que abrían nuevas e inéditas fronteras en los alcances y resultados de sus revelaciones.
En este aniversario creo que debo escribir un testimonio más personal sobre IDL-Reporteros y cómo su circunstancia y su destino se entrecruzan con los míos.
Conozco el lugar común que sostiene que el “periodismo sobre periodistas” es mal periodismo y que en el retrato de los tiempos y los hechos que uno hace, hay que cuidarse de que aparezcan todos los principales actores de la historia, menos uno, el que la relata.
Esa es una tontería. Nuestro deber es contar historias donde todo lo que se revela debe ser verdad. La verdad de los hechos que el periodista ha descubierto a través de un activo proceso de cognición, con frecuencia azaroso, que en no pocas ocasiones es una historia en sí mismo.
Cuando IDL-Reporteros publicó su primera nota, yo ya era un periodista veterano, con treinta años de intensa y azarosa vida en el oficio y no pocas lecciones aprendidas en ese proceso. Una de ellas, que enuncié en 1998, cuando el CPJ (Comité para la Protección de Periodistas) me otorgó el Premio Internacional por la Libertad de Prensa, fue: “Nunca permitas que el miedo sea tu editor”.
Está claro que eso no significa no sentir miedo, sino saber dominarlo y no permitir que dicte ni corrija tu periodismo.
El precio puede ser alto. Muchos colegas admirados, algunos de ellos amigos, fueron asesinados o, como en el caso de Jesús Blancornelas, sobrevivieron atentados a balazos, pero tuvieron que asistir al entierro de asesinados colegas y amigos de su medio.
Otros, como Daphne Caruana, por ejemplo, sufrieron campañas de extrema difamación y vilipendio, antes de ser asesinados.
Anna Politkovskaya escribió artículos que tocan el tema en un libro titulado: “Is Journalism Worth Dying for?”, “¿Vale la pena morir por el periodismo?”. Su vida fue la respuesta, pues arriesgó todo por revelar la chocante verdad de los hechos antes de ser asesinada.
Las campañas de calumnias, de desinformación pueden ser, o no, el preludio de ataques físicos, pero son en sí mismos un tipo de violencia. El arma negra y ponzoñosa de la mentira, multiplicada en la estridencia, el número y la vileza cuyo propósito es intimidar la percepción de la realidad para travestirla con los retratos grotescos de la desinformación.
Anna Politkovskaya escribió [sobre] el tema en un libro: “¿Vale la pena morir por el periodismo?”. Su vida fue la respuesta, pues arriesgó todo por revelar la chocante verdad de los hechos antes de ser asesinada.
IDL-Reporteros y yo en particular, hemos enfrentado y enfrentamos ataques de infectas y viles calumnias y difamaciones; perpetradas con un despliegue de organización, articulación y recursos que tiene pocos precedentes.
El motivo de esas campañas no encierra mayor misterio. Fue, sobre todo, la contraofensiva frente a las dos investigaciones de mayor alcance y calibre realizadas por IDL-Reporteros en sus quince años de historia: ‘Lava Jato’ y la concomitante de ‘Cuellos Blancos’ o ‘Lava Juez’.
La contraofensiva de los círculos corruptos arrancó poco después de las primeras publicaciones de IDL-Reporteros sobre el caso Lava Jato, pero devino una campaña en todos los frentes, con una inédita movilización de recursos, en el Perú y fuera de él, en el traumatizado escenario posterior a la pandemia.
Las campañas de calumnias, de desinformación pueden ser, o no, el preludio de ataques físicos, pero son en sí mismos un tipo de violencia.
Un efecto visible fue el trastocamiento del escenario. Si entre 2014 y 2019, los avances sin precedentes en los casos ‘Lava Jato’ y ‘Lava Juez’, provocaron una indignación ciudadana fuerte e intensa, que neutralizó en cierta medida el poder institucional de los corruptos, defendió a la minoría de fiscales del equipo especial ‘Lava Jato’ y apoyó al periodismo de investigación, el efecto profundamente traumático de la pandemia cambió las cosas.
La movilización a favor de la democracia y contra la corrupción se interrumpió. Y las fuerzas del stalinismo andino se enfrentaron electoralmente con la ultraderecha histérica en una pugna que erosionó desde ambos lados la democracia y en la que, pese a su declarada hostilidad entre ellos, los unía la defensa de la impunidad y de la cutra, que desembocó en la coalición cleptócrata de facto que hoy gobierna.
En pocos años, los logros inéditos de la lucha contra la corrupción, fervorosamente apoyada por la inmensa mayoría del país, involucionaron hacia el sumidero en el pantano actual, con los protagonistas principales de las históricas investigaciones rodeados y atacados en todos los frentes por una coalición desinformadora y leguleya, empeñada en subvertir la realidad gracias, entre otras cosas, a la pasividad amedrentada de las ayer indignadas y hoy apocadas mayorías.
Por fuerza hubo que confrontar la realidad de que no marchábamos hacia las fértiles llanuras de un futuro de limpieza e integridad, sino quedábamos empantanados en el cenagal ético empeñado en atacar y destruir todos los avances previos de la lucha anticorrupción y sus actores.
En ese chapaleante ecosistema resultaba vital combatir con intensidad y denuedo a la desinformación y a la agresiva mentira.
El arma negra y ponzoñosa de la mentira, multiplicada en la estridencia, el número y la vileza [para] intimidar la percepción de la realidad [y] travestirla con los retratos grotescos de la desinformación.
Pero entonces me tocó agregar una mala noticia personal a las colectivas: A fines de agosto de 2023 se me diagnosticó un cáncer avanzado, en la etapa o estadío cuatro, el último. El quinto, si existiera, ya no correspondía a la medicina sino a la funeraria.
Tuve que iniciar de inmediato un intenso tratamiento de quimioterapia. ¿Cómo hacerlo y enfrentar a la vez la guerra de desinformación? Lo intenté y no dejé de intentarlo, pero la quimioterapia fue el equivalente a un bombardeo de saturación: afecta al enemigo a costa de tremendas bajas colaterales. Fuego amigo y enemigo a la vez. Mi capacidad de trabajo resultó brutalmente socavada. Me esforcé, pero el debilitamiento sistémico solo me permitió lograr cosas menores.
IDL-R se sostuvo en esos tiempos gracias al trabajo denodado de sus periodistas, muy en especial el de la jefa de redacción Romina Mella. Hicieron lo posible para negar a los corruptos la información sobre la gravedad de mi caso y lo consiguieron durante todos los meses finales de 2023.
En el primer día de 2024 entré en crisis. La quimioterapia había logrado progreso frente al linfoma, pero mi organismo entró en espiral descendente. Pulmón colapsado, anemia extrema, pese a un par de transfusiones, desnutrición, decaimiento sistémico.
Fue en esos días de crisis, internado en una clínica, cuando la ‘Pestilencia’ y sus patrones recibieron información de lo que pasaba. Emitieron una publicación celebratoria. E iniciaron la más virulenta ofensiva de desinformación y descrédito emprendida hasta entonces. Es probable que ya estuviera preparada, pero igual perpetraron a todo trapo una campaña de gran intensidad difamatoria, de manera simultánea en todos sus niveles, desde los callejeros con la ‘Pestilencia’ a los propalados por la orquestada lumpenprensa y comentados a la medida por su deprimente establo de “opinólogos”.
La ofensiva de desinformación fue cínica y descarada, con el primer objetivo de sumar acusaciones para convertirlas en un caso fiscal y judicial. Eventualmente lo lograron, con el concurso de varias cobardías y complicidades.
… las fuerzas del stalinismo andino se enfrentaron con la ultraderecha histérica en una pugna que erosionó desde ambos lados la democracia […] [pero], los unía la defensa de la impunidad y de la cutra, que desembocó en la coalición cleptócrata de facto que hoy gobierna
Entre tanto, los excelentes oncólogos a cargo de este (im)paciente resolvieron cambiar el tratamiento e iniciar otro, con base en medicamentos de acción específica, que demostraron, pocas semanas y meses después, tener excelentes resultados.
A mediados de febrero de 2024, tuve una entrevista larga con Rosa María Palacios donde, todavía debilitado, concentré toda la energía posible para responder a la ofensiva difamatoria y desinformadora.
El retrato en vídeo de lo que la enfermedad me había hecho entonces resultó chocante para muchos, pero quizá reforzó la indignada claridad con la que expuse las mentiras de esa campaña y sus sin duda siniestros objetivos.
Mi mejora, durante las semanas y meses siguientes, fue rápida y sostenida. ¿Fue por la eficacia incontestable del nuevo tratamiento? ¿Fue por la fuerza de propósito que me dio la indignación de ver el cínico, descarado despliegue de esa multitud de mentiras, en formación y en marcha hacia el objetivo de tratar de forzarse como una versión aceptada de la realidad?
Creo que fue una combinación de las dos. Unos meses después estuve en condiciones de volver a trabajar con la energía necesaria.
No estoy curado, y no es improbable que se produzca una recaída en el futuro. Pero agradezco al destino los días, las semanas, los meses, quizá los años en los que pueda enfrentar y, espero, culminar las tareas y las obras que estuvieron cerca de quedar truncas.
Ha sido, como ven, un año y medio difícil para mí, para IDL-Reporteros y, ni qué decir, para el país. Lo que viene tampoco será fácil, ni esperamos que lo sea. Pero enfrentaremos lo que venga con temple resuelto y ánimo parejo.
Si algo me queda claro es que incluso en las circunstancias de mayor dificultad resalta la excelencia del periodismo investigativo que produce este medio. Dentro de este último año y medio, IDL-R recibió dos de los más altos galardones periodísticos en lengua española: el premio Gabo, en la categoría de imagen; y el Premio Latinoamericano de periodismo de investigación Colpin. Ambos por las investigaciones “Ayacucho: Radiografía de homicidios”; y “Homicidios en Juliaca”, de los periodistas Rosa Laura y César Prado.
Como en todos los casos, detrás de esas investigaciones, sin importar la circunstancia, hay un rigor editorial en el método, la verificación y la narrativa orientado a cumplir la misión fundamental del periodismo. Darle al pueblo, a los ciudadanos, con buena narración, el poder de la información verdadera.
¿Vale la pena morir por el periodismo? preguntaba la gran Anna Politkovskaya. Hay que tratar que no porque uno lucha para ganar y la única manera de hacerlo es, a excepción del Cid, sobrevivir las batallas que la vida imponga. Pero hay causas por las que, en las palabras de Cervantes, “se puede y debe aventurar la vida”. El periodismo que busca alumbrar tiempos oscuros con la luz potente de la verdad de los hechos, es una de ellas. Ese es el espíritu con el que IDL-Reporteros y este periodista, buscan cumplir su misión en los tiempos que vendrán luego de estos primeros quince años que parecen englobar una vida entera.