El ataque del jueves 11 de agosto al principal reducto senderista en Vizcatán, fue una operación de gran complejidad, que exigió una coordinación precisa y sin fallas de factores heterogéneos. Se ejecutó bajo la plena conciencia del peligro de sufrir serios reveses si las acciones minuciosamente articuladas, se ejecutaban con deficiencia o descoordinación en el día y la hora de los hechos.
¿Cómo se gestó el plan, qué obstáculos y problemas enfrentó, de qué manera se llevó a cabo la coordinación, el entrenamiento, la logística, el despliegue y finalmente la acción de ataque?
Después de un reportaje exhaustivo sobre el tema, que contó con el testimonio y la documentación de fuentes necesariamente anónimas, IDL-R relata ahora los hechos centrales de esta notable, y en varios aspectos inédita operación militar.
Esta es la tercera y más importante publicación de IDL-R sobre el tema en los últimos 15 días. Aunque se trata de un relato que puede leerse solo, las dos notas previas proporcionan una perspectiva histórica de utilidad.
En la ‘Precuela’ que acompaña a esta nota, IDL-R relata los intentos realizados en años recientes por las Fuerzas Armadas, para penetrar Vizcatán, dominar el territorio y capturar o abatir en combate a los líderes senderistas. Todos fracasaron.
Pero desde mediados del año pasado, el CIOEC (Comando de Inteligencia y Operaciones Especiales Conjuntas) del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, decidió acometer una misión arriesgada, pero a la vez lógica: capturar o abatir a Víctor Quispe Palomino, ‘José’, mientras se desactiva y destruye su organización.
El objetivo se convirtió en una misión concreta, con un plan específico que se puso en marcha.
¿Qué había cambiado en los últimos años? ‘José’ ya no contaba ni con ‘William’ ni con ‘Alipio’ ni con ‘Gabriel’, y su hermano ‘Raúl’ había muerto en la última mitad de 2021. Salvo ‘Olga’ y algún otro, él era el único que quedaba de la vieja guardia senderista. Gente joven asumía mandos militares, pero no había otro dirigente histórico como él.
‘José’ mantenía liderazgo dentro de SL-VRAEM y parecía haberlo acrecentado. Los senderistas sabían que ‘José’ era el principal objetivo de las fuerzas de seguridad, y también de la recompensa de 5 millones de dólares que ofrecía por él el gobierno de Estados Unidos.
El veterano senderista fue siempre cauto, pero ahora su seguridad era claramente mayor. Estaba rodeado por varios anillos de protección y nada le llegaba directamente, ni personas ni objetos, antes de pasar por un proceso largo de observación y presunta desactivación.
En su campamento, que variaba con frecuencia de lugar, aunque siempre dentro del territorio controlado de Vizcatán, había casamatas semiocultas desde cada una de las cuales un tirador cubría, con una ametralladora, los vectores posibles de aproximación o salida.
Las patrullas senderistas mantenían un control preciso de todo movimiento en su área. En varias ocasiones, las fuerzas de seguridad intentaron introducir grupos de combate o patrullas en la zona dura de SL-VRAEM. Pero eran pronto detectadas, vigiladas, seguidas y eventualmente emboscadas. Penetrar desde fuera, a través de comandos, por bien entrenados que estuvieran, tenía muy escasas posibilidades de éxito.
SL-VRAEM practicaba rutinas y sistemas de vigilancia constantes y precisos. Las fuerzas de seguridad comprobaron una y otra vez, que la salida de cualquier vehículo del cuartel de Pichari era reportada a lo largo de la ruta. Lo mismo ocurría con los helicópteros que despegaban del cuartel.
SL-VRAEM tenía informantes a lo largo de casi cualquier ruta. Los mensajes llegaban rápido a su destino y las reacciones eran rápidas también.
No solo en Pichari. SL-VRAEM también tenía informantes en Mazamari, en Lima y en otras ciudades, que eran por lo menos diligentes. El CIOEC detectó filtraciones de planes en curso más de una vez y, por lo menos en una ocasión, abortó un plan en desarrollo al percatarse de que la información no solo se había filtrado, sino que había llegado a SL-VRAEM.
Esa extrema diligencia por estar informados sobre las acciones de las fuerzas de seguridad rozaba la paranoia. SL-VRAEM suponía que el Estado peruano lo vigilaba a través de los medios más modernos, incluso alucinantes, de la tecnología.
Con la certeza que tiene todo paranoico en la verdad de su delirio, no solo se creían sino se sabían espiados.
Tenían razón.
Espionajes
Ambas fuerzas se espiaban. Pero el Estado, en particular el CIOEC, lo hizo mejor.
La inteligencia sobre los movimientos del liderazgo senderista se construyó a partir de un mosaico heterogéneo de señales, obtenido desde una variedad de fuentes humanas (en las que se encuentran, por cierto, los desertores), electrónicas y hasta la radiogoniometría.
Si la interceptación de comunicaciones georeferenciadas permitía saber que habría un evento o reunión en un lugar dado, el sobrevuelo de aeronaves con dispositivos FLIR [Infrarrojo de barrido frontal], permitía comprobar el número y ubicación de la gente con el perfil de su huella infrarroja.
El cultivo de viejas fuentes por policías experimentados, con varios años de trabajo en el tema, el lugar y sus actores, ayudó –al margen de las disfunciones institucionales y de sus grupos– a precisar, corroborar y, a veces, adelantar los reportes del mosaico de señales.
Una buena inteligencia presupone describir y luego prever el comportamiento de lo que no se ve. Las discusiones sobre la interpretación de datos fueron inevitables. Ya habían ocurrido fracasos menores, ¿cómo arriesgar uno mayor? ¿Dónde está la foto?
Según diversas fuentes, el jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, general EP Manuel Gómez de la Torre, fue quien dio la orientación decisiva que resolvió la discusión. Ello fue en abril, según las fuentes. El plan va, ordenó. Su ejecución quedó bajo las órdenes del jefe del CIOEC, el general EP Julio Castañeda.
El plan, el día, la hora
El plan de acción tuvo varias modificaciones, sobre la base de una misma estructura, en tanto cambiaban las fechas por efecto de las circunstancias.
Era un plan complejo, que necesitaba articular con precisión muchos factores diferentes. Algunos eran controlables. Otros no. El clima, por ejemplo; o que ‘José’ se esfumara del universo electrónico y no diera señales de vida por un tiempo. O que de un momento a otro, ante una nueva alarma, cambiara todos sus procedimientos.
‘José’ se mudaba de lugar con frecuencia y el grupo de inteligencia le seguía los pasos desde lejos, aunque a veces con demora. La primera fecha de la operación se fijó para noviembre de 2021. Pero no se realizó porque “‘José’ no estaba donde debía estar”, dice una fuente, “también influyeron las lluvias y los cambios en las Fuerzas Armadas”.
En mayo de este año, con un nuevo cronograma en cuenta regresiva, el seguimiento electrónico de la comunicación senderista detectó una filtración del plan del Comando Conjunto. Luego de recibir un informe desde Lima, los senderistas habían notado, especialmente en San Ramón, cambios en el tipo de entrenamiento de las fuerzas de seguridad. SL-VRAEM se puso en alerta y aprestamiento.
La misión abortó.
Desde abril, a partir de la orden directa del general Gómez de la Torre, jefe del Comando Conjunto, la decisión de atacar el reducto del jefe de SL-VRAEM, Víctor Quispe Palomino, se mantuvo en proceso de ejecución. Mientras se precisaba el día y la hora, el complejo proceso de entrenamiento, coordinación y logística se desarrolló sin pausa.
Luego de la filtración detectada en mayo, la seguridad interna se extremó. “Encapsulamos el plan”, dice una fuente fidedigna, “modificamos los procedimientos y cerramos la información”. El viejo problema bélico –cómo evitar ser detectado mientras se desarrollan las masivas acciones previas a convertir un plan en operación– devino parte fundamental del mismo planeamiento. Cómo disimular, cómo engañar respecto del plan. Se mantuvo fuera de él incluso a funcionarios abocados a la lucha contra SL-VRAEM. Por celos, por habituación a la competencia con trucos sucios o razones similares, alguno o algunos podrían filtrar información para sabotear el esfuerzo y mantener su propio protagonismo.
Encapsular con ese rigor los preparativos tuvo resultado. No se registró a partir de entonces ninguna filtración que pusiera en alerta a SL-VRAEM.
La siguiente fecha acordada fue el primero de agosto, cumpleaños de Víctor Quispe Palomino, ‘José’. Pero al no contar ese día con el nivel táctico adecuado de inteligencia electrónica, se postergó.
A esas alturas, después de meses de trabajo intenso, el CIOEC, bajo el mando del general de división EP Julio Castañeda, tenía la claridad y el manejo necesario de los diversos y complejos niveles del plan.
La división de inteligencia, a cargo de otro Castañeda, el general de brigada EP Rubén Castañeda, mantenía un monitoreo en tiempo virtualmente real de la disposición del objetivo y las fuerzas por atacar.
La disposición y el despliegue de fuerzas trascendía el ámbito del CIOEC e involucraba unidades de todas las fuerzas del país. El jefe del Comando Conjunto, general EP Manuel Gómez de la Torre, lideró integralmente la operación y se encargó de que cada aspecto funcionara bien.
‘José’ se movía con frecuencia dentro del área de Vizcatán, pero el mosaico de inteligencia coincidía en que durante los últimos meses sus desplazamientos habían ocurrido entre tres puntos, en un espacio de alrededor de 30 kilómetros cuadrados. Los puntos denominados A, B y F tenían poca distancia entre sí, medidos en línea recta, pero en la geografía de Vizcatán las distancias cambian de significado.
Entre A y F hay 2.7 Km. Entre A y B, un kilómetro.
Luego de haber permanecido un tiempo en el punto F, ‘José’ había cambiado al A, de donde parecía moverse poco. El punto tenía las siguientes coordenadas:
12°19’59.3400″S 74°11’39.0480″W
La foto fue tomada hace algunos años, cuando ya SL-VRAEM controlaba el área. Abrupto, cubierto de bosques, suma las dificultades de la jungla y la montaña para moverse.
‘José’ podía estar en cualquiera de los tres puntos, así que los tres debían ser atacados a la vez.
La nueva fecha fue acordada para el 11 de agosto. El masivo aprestamiento entró en fase de despliegue y ejecución.
Aprestamiento y despliegue
El plan tenía dos objetivos: lograr el éxito operativo que significaba capturar o abatir a ‘José’, y conseguirlo con el menor número posible de bajas.
Era un plan sin duda inspirado en la experiencia contrainsurgente en Colombia, especialmente por las acciones que degradaron el liderazgo de las FARC atacando, en operaciones comando, a sus líderes principales. Las acciones que terminaron con la muerte de Raúl Reyes, el ‘Mono Jojoy’ y ‘Alfonso Cano’ fueron golpes severos a las FARC, que cortaron su crecimiento, la debilitaron y, por la vía del convencimiento de que era imposible la victoria militar, las llevaron a la mesa de negociación y el acuerdo de paz.
Los operativos colombianos tuvieron en común la inteligencia táctica primero, sobre todo la electrónica, para ubicar con claridad el lugar en el que se encontraba su objetivo; el ataque sorpresivo de fuerzas de comandos aerotransportados, con abrumadora potencia de fuego; la ocupación por corto tiempo del lugar asolado, para recoger evidencia, pruebas e información útil; y la retirada por aire también.
Era el mismo planteamiento del plan por ejecutarse, como lo fue en los operativos ya descritos de ‘Ocaso Rojo’ y ‘Artesa’.
Allí, la estrategia y los planes fueron desarrollados en el marco del ‘Plan Colombia’, que supuso un masivo financiamiento, equipamiento y entrenamiento de los Estados Unidos. Eso no existió en Perú, (aunque hubo alguna ayuda de Colombia, como se ha dicho, y también de la DEA) de tal manera que el plan tuvo que adaptarse a los ahorros y modificaciones que la realidad impuso.
El plan comprendía una masiva utilización de medios y recursos para garantizar que las Fuerzas Armadas en acción tuvieran una avasalladora superioridad de fuego sobre los senderistas, incluso en la parte mejor defendida de su reducto en Vizcatán.
¿No era una inversión excesiva de recursos para un grupo aislado y desgastado de terroristas refugiados en la selva?
Un informe de inteligencia del CCFFAA parecía sugerirlo. Luego de enumerar las bajas sufridas por SL-VRAEM, desde la muerte de ‘William’, concluía que:
“se ha llegado a establecer que la Organización Terrorista, ha sufrido una involución en su estructura orgánica, originando que el llamado “Comité Central” se encuentra a cargo del DT SL © “José o Iván” identificado como Víctor QUISPE PALOMINO, quien de manera exclusiva ha asumido la Dirección de SL autodenominado “Militarizado Partido Comunista del Perú-Marxista, Leninista, Maoísta-Principalmente Maoísta” (MPCP-MLM-PM) que opera en los Valles del Río Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM)”.
Pero la “involución en su estructura orgánica” de SL-VRAEM no significaba en absoluto su degradación táctica en combate de selva, como lo sabían bien, por experiencia, las fuerzas de seguridad.
De hecho, una parte indispensable del planeamiento fue hacer un cálculo posible de bajas. Luego de revisar la apreciación del armamento y munición de SL-VRAEM en esa área y de calibrar la capacidad de combate de los senderistas integrantes de los anillos de seguridad, la conclusión fue que, en un mal escenario, si los senderistas esperaban preparados el ataque, las Fuerzas Armadas podrían sufrir un número muy alto de bajas, con terrible pérdida de vidas, material y armamento.
Los senderistas, dice una fuente con preciso conocimiento militar, “dominaban todos los ejes de aproximación terrestre y aérea” al reducto de ‘José’. Todos esos ejes estaban cubiertos por el campo de tiro de varias ametralladoras. Solo en el área del campamento de ‘José’ había, por lo menos, cuatro ametralladoras, (PKT, PKM o MAG), cada una de las cuales podía derribar un helicóptero.
Los momentos más peligrosos del ataque se darían en los minutos que demorara el sobrevuelo estático durante el descenso de las tropas; o al final, durante su extracción.
Eran peligros muy reales, más probables que improbables. ¿Cómo disminuirlos? Para los militares, las lecciones de las operaciones especiales exitosas tenían varios factores en común: sorpresa total, gran superioridad táctica de fuego y maniobra, coordinación milimétrica de acciones en tiempos precisos. Si cualquiera de esas cosas fallaba, el fracaso, incluso catastrófico, se hacía probable.
Le había sucedido incluso a las unidades mejor entrenadas, como pasó con el Delta Force en 1980, en el fallido rescate de los rehenes de la embajada estadounidense en Irán. La operación Eagle Claw fracasó con pérdida de vidas y de aeronaves antes de haber iniciado siquiera la acción.
El entrenamiento, sobre todo de la FEC, buscó mejorar la rapidez del descenso por cuerdas de los helicópteros. Estos, los helicópteros Mi-171 SHP, tienen claras ventajas sobre la generación anterior de Mi-17. Además de mayor rapidez y maniobrabilidad, tienen dos puertas, en lugar de una, para la salida y una rampa trasera de carga. Los comandos de la FEC practicaron un descenso de cuatro combatientes en simultáneo y ya no por Fast Rope, sino por el más controlable rappel. Cambiaron el diseño de las mochilas y de los guantes, para un descenso más rápido y equilibrado. Y siguieron practicando.
También se practicó en los otros niveles, desde la coordinación a través del país hasta los entrenamientos de tiro. Estaba claro que, con el nivel y la dimensión de movilización empeñados, la eficiencia del comando y control sería decisiva.
El ataque y el final
En los días y horas previos al ataque, se llevó a cabo el despliegue final. Era fundamental mantener el secreto; y se logró.
Un grupo voló en la noche de Lima hacia Mazamari en varios aviones Spartan, reunidos de diferentes partes del Perú para la ocasión, como fue también el caso con otras aeronaves. Para asegurar la reserva, los vuelos despegaron desde Las Palmas y no desde el Grupo Aéreo N° 8.
En Mazamari, los comandos y otros participantes en la operación abordaron los helicópteros que habían llegado discretamente desde varios puntos del país. De ahí volaron hacia el VRAEM, pero no descendieron en Pichari, donde su inusual presencia hubiera sido inmediatamente percibida y transmitida, sino aterrizaron, dispersándose, en tres o cuatro bases en el Ene, donde pasaron la noche, cada patrulla al pie de su helicóptero.
Otro grupo, que había salido antes de Lima, llegó por tierra a Pichari en varios vehículos civiles durante la noche. Pero no ingresaron al Fuerte, sino continuaron al lugar que se conoce como La Franja. En la madrugada abordaron los helicópteros.
A esa hora, los grupos de ataque (cada uno de ocho combatientes) estaban listos para despegar en los helicópteros repartidos entre la Franja y las bases del Ene. Todos a corta distancia de vuelo de Vizcatán.
El plan original era atacar a las 5:30 de la mañana, pero, como dice un oficial: “El mariscal Tiempo no lo permitió”. En ese momento, el meteorólogo se convirtió en el personaje principal. Dijo que parecía que iba a despejar hacia las ocho de la mañana.
En ese lapso, el centro de comando y control pudo revisar la disposición y orden de las fuerzas.
En la base de Pisco, 10 aviones KT-1, convertidos en cazabombarderos tácticos, calentaban motores, formados para el despegue.
En el VRAEM, cinco helicópteros de ataque esperaban listos. Uno era un Mi-25 y los otros Mi-171 SHP, equipados para la misión. Llevaban rocketeras y también ametralladoras Dillon, de cañones giratorios (basado en el modelo histórico de las Gatling), con capacidad de tres mil disparos por minuto sin sufrir recalentamiento, gracias a los cañones giratorios.
Su papel era silenciar la respuesta de fuego senderista, sobre todo las ametralladoras.
Los helicópteros de asalto, para transportar a las fuerzas especiales al punto de descenso y para extraerlos luego de terminada la operación, eran 10 Mi-171 SHP.
Las fuerzas especiales provenían tanto de la FEC, como de la Brigada de Fuerzas Especiales, del EP. También un grupo conjunto de infantes de Marina y FOES [Fuerza de Operaciones Especiales de la Marina], llamado el Foxtrot. También iba un contingente de comandos del CE-VRAEM. A cada grupo se le asignó un área. La FEC, que por su entrenamiento debió haber descendido en el punto A, lo hizo en el F. Había sido asignado ahí cuando se pensó que ‘José’ estaría en el lugar y luego no se hizo el cambio con el contingente del CE-VRAEM, que bajó en el A.
Además de esas naves, un avión B-200 de la FAP y un helicóptero Twin Bell se aprestaban a sobrevolar la zona de operaciones, para proporcionar sobre todo inteligencia táctica en el boscoso campo de batalla.
A las 8 de la mañana el meteorólogo vio que su predicción se cumplía. El clima se abrió, y el comandante de operaciones dio la orden de iniciar el ataque.
Los 10 KT-1 despegaron de Pisco y volaron en formación de combate hacia las coordenadas del reducto de Vizcatán. Su paso y el retumbar de las bombas señalaron el comienzo del ataque.
Una bomba reventó cerca de la cocina aledaña al lugar donde ‘José’ dormía. La violencia de la explosión tumbó algunos árboles que, según reportes posteriores, al caer mataron a algunas personas.
No está claro si ‘José’ se encontraba entonces en su habitación semisubterránea. Es probable que, en la primera parte del ataque, sea por sus propios medios, o llevado por alguien, bajó a esa habitación. Se descolgó por una soga, entró a una cueva que lo llevó a otra soga más larga por la que pudo bajar hacia el bosque u ocultarse en otra zanja o cueva.
Apenas pasaron los KT-1, los helicópteros de ataque dispararon rockets contra los puntos desde donde se presumía que podrían hacer fuego los senderistas. Luego dispararon con las ametralladoras Dillon.
Casi de inmediato, los helicópteros de transporte y asalto llegaron a sus puntos prefijados de asalto e iniciaron los descensos. Los de la FEC, que habían practicado mucho, fueron los más rápidos. Otros, como puede verse en los vídeos, demoraron más, usaron el método de Fast Rope de dos en dos.
Pese a esa demora, la sorpresa fue total y apenas hubo resistencia de los senderistas, aturdidos y apabullados, en el área cercana a ‘José’. Con la zona asegurada, las fuerzas de asalto pudieron recolectar abundante información, la considerable inteligencia que había sido abandonada.
La resistencia empezó después del mediodía y desde los anillos externos hacia el interior.
Un grupo de combatientes senderistas, con por lo menos una PKT, iniciaron un contraataque. Los dirigía, según parece, ‘Hugo Gabriel’ hijo del fallecido Gabriel Quispe Palomino. También, como reserva, estaba ‘Antonio’.
Poco antes, una patrulla de la Marina, al ascender un cerro había detonado una mina. Según fuentes con conocimiento de causa, una esquirla mató al oficial de mar Marden Valqui Rodríguez y la explosión dejó conmocionado a otro.
El comando operativo mandó de inmediato un helicóptero para recoger la patrulla. Su piloto tiene el seudónimo de ‘Satán’. Al aproximarse recibió un fuego intenso de ametralladora PKT, que inutilizó un motor. Los Mi-171 SHP tienen dos motores.
Con la nave seriamente averiada, y sin un motor, ‘Satán’ logró conducirla, más sostenida por la voluntad que por la aerodinámica, hasta Pichari.
Unos cinco helicópteros en total recibieron disparos. Ninguno sufrió daños comparables a los del pilotado por ‘Satán’. Y ninguna aeronave fue derribada ni quedó fuera de combate.
Desde el avión y el helicóptero de inteligencia captaron la impresión de calor que emanaba del grupo de ‘Hugo Gabriel’, con la PKT. Establecidas las coordenadas, un KT-1 voló desde Pisco y soltó una bomba en el lugar. La PKT ya no volvió a disparar y no hubo más huella de calor. Lo más probable es que haya habido un repliegue apresurado.
El primer día, en el punto A murió el suboficial del Ejército Edín Vasquez Huamán por un disparo. Hubo otros tiroteos, pero el lugar había sido conquistado.
Después de unos días más de patrullaje, recojo de evidencias y reconocimiento preciso del lugar, se ordenó la extracción de los combatientes. Era el otro momento vulnerable, pero se llevó a cabo sin ningún tropiezo.
En el silencio electrónico que siguió a esta operación, no hubo información nueva sobre ‘José’. En el futuro próximo se conocerá si logró escapar, si fue herido o no; si quedó vivo, o no.
Las fuerzas especiales regresaron sin su objetivo principal: ‘José’, Víctor Quispe Palomino. Pero en todos los otros aspectos, el operativo consiguió logros sin precedentes.
El reducto de ‘José’ dentro del reducto de Vizcatán fue asaltado y conquistado, con rapidez, eficiencia y con un nivel mínimo de bajas. Eso fue posible por la coordinación de varias fuerzas, desde varios puntos, con tiempos muy precisos, que no tuvieron falla alguna. Antes de eso, haber mantenido el secreto de una operación tan vasta incluso frente a aliados, hizo posible lograr una sorpresa completa.
Toda coordinación de esfuerzos complejos es siempre difícil, y mucho más en condiciones de combate. Eso exige fuerzas entrenadas y bien conducidas, especialmente si no se circunscribe a un escenario limitado, sino a una movilización orquestada desde todo el país. Como fue aquí el caso de esta operación compleja, sofisticada y exitosa.
No está claro qué viene después en la lucha, todavía inconclusa, frente al SL-VRAEM. Lo cierto es que este hecho de armas parece marcar un nuevo estándar operativo que, si se mantiene y acrecienta, abre la posibilidad cercana de victoria frente a un enemigo antiguo, hábil y tenaz, pero que en este ataque fue sorprendido, abrumado y, cuando menos por ahora, vencido.
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