El saldo de las protestas del 9 de enero en Juliaca fue sobrecogedor. En un solo día de intensa confrontación murieron 19 personas –18 civiles y un policía– y decenas, tanto civiles como policías, quedaron heridos o lesionados.
Esa trágica jornada no atenuó la furiosa animosidad que desencadenó sus eventos, sino la mantuvo y hasta la acrecentó.
Menos de dos meses después, luego de días de confrontación en varios lugares de Puno, otras seis personas murieron el 5 de marzo, en Ilave. En este caso, todas las víctimas fueron militares, soldados del Ejército, de la base de Ilave.
Todos los soldados fallecidos eran puneños, de las comunidades aymaras, como lo era la gran mayoría de quienes protestaban contra la presencia militar. Así, de un momento a otro, la protesta y el duelo resonaron en las mismas voces, en el coro amargo que expresó la ira y el lamento.
¿Qué pasó en realidad? ¿Qué hizo posible ese luctuoso desenlace? Hasta ahora las versiones se han centrado en alegar la culpa del otro, pero (aunque algunos han avanzado en ello), no en presentar la versión organizada y documentada de la secuencia de hechos.
Hoy, IDL-Reporteros presenta dos prolijos y detallados relatos de la tragedia de Ilave desde perspectivas opuestas.
Una es una crónica de los eventos que llevaron a la marcha y el retorno de las patrullas de la guarnición de Ilave. Su autor, Carlos Enrique Freyre, es un escritor de renombre y a la vez coronel del Ejército en actividad, que presta actualmente servicios en Puno. En este caso, su notable oficio de escritor y su misión militar están inextricablemente enlazados en su narrativa de los hechos.
El otro es un reportaje fotográfico de los mismos hechos realizado por dos jóvenes fotógrafos que acompañaron ese día a Liubomir Fernández, el prestigioso y veterano corresponsal de La República en Puno, a cubrir las protestas en Ilave.
Ahí, coincidieron en el lugar y la hora cuando las dos patrullas, reforzadas con un nuevo contingente, regresaban a Ilave. Desde unos cientos de metros de distancia, fotografiaron el momento en el que la tropa marchó al río, empezó a vadearlo y cuando se desencadenó la tragedia.
Sin los lentes adecuados, pero en constante movimiento, con diligencia y sentido de ubicación, Carlos Apucusi y Luis Javier Maguiña registraron minuto a minuto los eventos, primero desde el cerro y muy poco después desde la ribera del río Ilave.
Sus fotos, tomadas, literalmente, desde la otra orilla tienen una fuerza documental inapelable. Y, sin interrupción, muestran también el esfuerzo de la gente por salvar a los soldados del ahogamiento y devolver fuerzas a jóvenes desfallecidos, antes de transportarlos a la ciudad para que reciban atención médica. La foto de portada de esta nota, en la cual un soldado rescatado de las aguas abraza a su madre, comunera de la zona, y llora sobre su hombro, simboliza en forma plena no solo la tragedia de ese día, sino la de este tiempo.
A continuación, las historias.