Esta nota continúa y desarrolla la de una semana atrás: “Periodismo de chaira y de falsía”, publicada el 28 de mayo. Entre esa fecha y la actual, Umberto Jara, sujeto central de la nota previa, tuvo una reacción de histérica ponzoña, comprehensiva falsedad y argumentos virtualmente indistinguibles de los de ‘La Pestilencia’ (lo cual nada tiene de casual).
En su libelo de “respuesta” (“Gustavo Gorriti, el eterno guardaespaldas toledista”), Jara me acusó de volver –con “vetusta artillería”– la “monserga de la campaña de desprestigio que en el año 2000, desde Frecuencia Latina, Gorriti, Baruch Ivcher, Chichi Valenzuela y demás gonfaloneros organizaron para decir “Jara fujimontesinista”, basados en desinformar, distorsionar, mentir”.
¿Se percatan de que entre los “integrantes” de la supuesta “campaña de desprestigio” resalta una elocuente omisión?
Jara no menciona en absoluto a Beto Ortiz.
Curioso ¿verdad? si se tiene en cuenta que la mayor parte de la información que presenté en “Periodismo de chaira y de falsía” proviene de las investigaciones que propaló Beto Ortiz en el programa “Enemigos Íntimos”, de Frecuencia Latina, en 2008 (varios años después de los primeros intentos de Jara por reciclarse).
Pese a la trayectoria posterior de Beto Ortiz, queda claro que la investigación que publicó en 2008 fue prolija, precisa y profunda. No solo bien documentada sino devastadora. Animo a los lectores a entrar a los hipervínculos publicados en esta nota y la anterior, para que puedan escuchar en la voz del propio José Francisco Crousillat sus confesiones y su denuncia de las mentiras de Jara, junto con los testimonios corroborativos que las acompañan.
Aparte de los reportajes de “Enemigos íntimos”, reproduje en facsímil y cité en forma extensa, la carta de Beto Ortiz a Augusto Álvarez Rodrich, entonces director de Perú21, el 7 de abril de 2008, en la que renuncia a seguir escribiendo en Perú21, “mientras sigas publicándole artículos a Umberto Jara”.
La carta contuvo términos durísimos: “Umberto Jara personifica y resume a la perfección todo lo que hay que aprender a detestar en un periodista”, escribió Ortiz. Jara, añadió, se encuentra empeñado, en lograr “su tan soñado pasaporte a la impunidad, su anhelada –y exitosa– campaña de descarachamiento”.
(Caracha es sinónimo de sarna en latitudes sudamericanas).
Eso, entre otras calificaciones no menos duras, pero basadas en los hechos expuestos poco antes en su programa.
Sobre aquellas revelaciones investigativas y la fulminante diatriba en Perú21 que las siguió, Jara no escribió ni media palabra. Glosó las dementes calumnias de ‘La Pestilencia’, se las agarró contra mi “raído chalequito”, pero para uno de los periodistas, Beto Ortiz, que en 2008 lo desenmascaró a fondo primero y lo calificó después con terminante dureza, no emitió palabra alguna de réplica, rectificación o protesta.
Quizá aquel Erasmo que nada tiene de Rotterdam influenció en algo ese silencio.
Dado que la mencionó, vale la pena recordar el reportaje presentado por Cecilia Valenzuela en Canal N el 24 de noviembre de 2002. Han pasado varios años, pero buena parte de la información permanece relevante. Me imagino que no les será difícil identificar la voz del entonces reportero de la nota.
En resumen, la información presentada en “Periodismo de chaira y de falsía”, sobre la vinculación delictiva entre el entonces cogobernante de facto del Perú, Vladimiro Montesinos, con Umberto Jara, resultó tan reveladora hoy como lo fue en 2008. Y su oportunidad la hace hoy más importante.
Pero hay más información. Aquí la presentamos.
El contrato
El 7 de noviembre de 1999, Vladimiro Montesinos y José Francisco Crousillat, entonces gerente general de canal 4 firmaron un contrato en el que, a cambio de un fuerte pago mensual, Crousillat entregaba en manos de Montesinos toda la línea periodística, informativa y de opinión, del canal.
Este es el contrato completo, con la firma de Crousillat. Publicado en La República el 19 febrero de 2001, fue obtenido por el gran periodista Edmundo Cruz, a quien agradezco por permitir su reproducción en IDL-R.
No hay muchos contratos como ese en los anales de la corrupción periodística. Pero Montesinos, que figura en el documento como “el contratante” quería tener los acuerdos descritos en pormenor antes de poner los cerros de billetes sobre la mesa. Eso, junto con los videos grabados clandestinamente, garantizaba el cumplimiento y una perpetua capacidad de extorsión.
El canal, a través de Crousillat, prostituía su línea ante “el Contratante” (Montesinos) en los siguientes términos:
Eran siete millones 500 mil dólares por cinco meses (prorrogables) de entrega total, que pagaban las siguientes obligaciones:
Como habrán reparado, el siguiente punto es el que determinó la existencia y funciones de Hora 20:
El primer pago quedó registrado en este vídeo:
Empezó así:
Y terminó con la mesa así:
Y con el siguiente diálogo:
La conversación completa está en este enlace del Congreso.
Era la primera cuota, como dijo Montesinos. En los hechos, la dirección de todo el aparato de prensa, de información y comentario, quedó en sus manos. Acuerdos similares fueron hechos con virtualmente todos los canales de televisión, las principales radios, varios diarios y la prensa chicha. Así, Montesinos se convirtió de facto en el mayor director de medios en la historia del país.
Director caleta, es verdad, pero ese resonante anonimato lo hacía aún más poderoso.
Hora 20 quedaba específicamente bajo su mando directo. El contrato indicaba que Montesinos debía coordinar y aprobar el contenido y los titulares de cada programa.
Umberto Jara fue encargado de la dirección de facto del programa por Crousillat, según confesó este a Beto Ortiz en la entrevista sostenida en 2008 en el penal San Jorge.
Y visitó con frecuencia a Montesinos en el SIN para que este aprobara los contenidos.
En ese esquema, el papel de Jara, como manejador de contenidos y subordinado de facto del director de facto Montesinos, fue crucial. Ambos compartían la preferencia por manejar las cosas (en sus respectivos niveles) detrás de tenues bambalinas.
Luego del colapso y caída del fujimorato, Jara negó haber sido director de Hora 20 y también negó haber visitado al SIN y a Montesinos.
Ya vimos cómo fue desmentido por los testimonios del propio Crousillat, de los secretarios de Montesinos, de Matilde Pinchi Pinchi y, por lo menos de otros dos testigos más.
El de Crousillat, enriquecido con otras grabaciones, puede verse en el siguiente vídeo:
Desde el minuto uno hasta el 10.
Umberto Jara insistió en no haber sido director de Hora 20, de no haber visitado a Montesinos y afirmó también haber renunciado a su “asesoría” de Hora 20 inmediatamente después de la revelación del video Kouri-Montesinos el 15 de septiembre del año dos mil.
En 2008, la periodista Beatriz Llanos desmontó cada una de esas aseveraciones y demostró que eran mentiras.
A partir del 1:20, Fernando Vivas, entonces periodista de Caretas, calificó a Hora 20 como “el caso más flagrante del periodismo politizado y pervertido … ese programa, a diferencia de cualquier otro, incluso es parte de una cláusula de un contrato delictivo”.
Desde el minuto 4:12, Llanos demostró que Jara no solo era director de Hora 20 sino “ejecutor de las políticas informativas del SIN”. Luego de pasar el video que sirvió de patrón para el ataque de descrédito contra Fabián Salazar, después de la agresión y las torturas infligidos por agentes del SIN, Llanos concluyó que “a estas alturas, Jara no podrá negar que este virulento ataque contra Fabián Salazar tiene la evidencia incontrovertible de su propia voz”.
También, a partir del minuto 6:05, Llanos demostró otra falsedad de Jara. En una carta remitida a Caretas, Jara había afirmado haber renunciado a su cargo en Hora 20, el 15 de septiembre del año dos mil, al día siguiente de propalarse el video Kouri-Montesinos. Llanos presentó, empero, el video de una reunión del personal de Hora 20, el 17 de septiembre, dirigida por el propio Jara, en un fallido esfuerzo de control de daños, a través, dijo Llanos, de “la coartada con la que intentarán lavarle la cara al desprestigiado programa”.
Llanos finalizó esa investigación sobre Jara indicando que “ya sabemos cuál fue su verdadero papel dentro del sector más vergonzoso del periodismo alquilado”.
El problema es que luego algunos lo olvidaron y otros pretenden haberlo olvidado o desconocido por completo. Y eso ocurre cuando la democracia peruana se encuentra en su peor crisis de este siglo. Cuando corre el peligro de ser abatida por una ultraderecha cuya principal arma es la desinformación, la mentira sistemática. En ese contexto, gente como Jara resulta el transitado puente con las prácticas, las intrigas y los medios de los vladimontesinistas, envejecidos pero no vencidos, que sienten ahora que, a la distancia de algunas ofensivas expertas más de mentiras, infamias y calumnias, se vislumbra ya su tiempo del retorno y la revancha.
Son mucho menos fuertes de lo que su ruido y estridencias hacen parecer y cargan muchas y variadas investigaciones penales, que influencian sus estrategias hacia el encubrimiento. Pero si las fuerzas democráticas no despiertan a tiempo de su estado comatoso postpandemia, podrán abrir los ojos ante una variante resacosa del célebre microcuento de Augusto Monterroso: “Cuando despertó, la ultraderecha todavía estaba ahí”.